John morales

Liras de amor III.

¡Oh! Reina de mi amor,

un hálito sagrado de los vientos,

suaves de aquel rubor,

entre mil aposentos 

santos; de donde nacen sentimientos.

 

 

¡Linda!, ternura tanta,

¡cómo suspira mi alba!, en el jilguero,

que a ti venturas canta;

un beso tuyo quiero

y, amanecer en tus noches espero.

 

 

¡Qué fresco olor de anís!

¡qué rostro!, ¡qué distinta!, ¡qué elegancia!

la tuya amada Gris,

en la exacta distancia

¡Qué dulce amanecer, la de tu escancia!.

 

 

¡Oh! buscando tus labios,

encontré por espacios unos besos

suspirando cual sabios;

colgando en los cerezos,

frutos del amor, tus labios confesos.

 

 

Es sólo tu fragor

que amo; ¡nada supera tu belleza!,

¡ni siquiera el amor!

Ya no tengo tristeza,

desde que vi en tus dos ojos grandeza.

 

 

Tu cabello es más bello

que lo bello y, tu faz  se me desborda

en tiempos de destello.

Tu piel nereida es la horda,

de una vid fresca, que por mi alma aborda.

 

 

¡Oh!, ensueño del verano,

místico de ese abril de mis ayeres;

Flor de viento solano,

musa de mi ayer tú eres,

en un marzo de agosto unos quereres. 

 



Tus ojos, son eclipse

al dormir y,  tu garbo la celeste

estrella de tu elipse

que va por el oeste

desnudando mi todo con su veste.

 

 

Pan y vino, verde heno.

Amada mía llena de claveles,

que suben por tu seno

cual universos fieles,

refulgentes de amor lleno de mieles.

 

 

¡Grito! al revés de mis

voces; <<¡te amo!>>, en mil y miles de auroras 

se dirá; <<¡te amo Gris!>>

al unísono en horas,

que duermen de esmeralda las cantoras.

 

 

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John Morales Arriola.