Palabras destellantes atropellan
la comisura de dos ventanas amorosas.
Groserias y puentes superlativos
apuñalan el minutero que vive en el pecho
de dos pichones.
Ojos de cristal.
Sucesión de fotografias
oculares rotas.
No hay palabras.
Te miro desde ningún lugar,
te busco a perpetuidad.
En distancia, en silencio,
hundido en el sillón con luz muerta.
No puedo hablar,
no te puedo decir la verdad.
Sólo vuela y piérdete en el
horizonte y se una con el sol,
porque murió el hombre que amabas.
Octavio Aldebarán Márquez.