Yina M. Estrada

La historia que no llegamos a contar...

Quiero e intento, recolectar de tu boca esa voz tergiversada en palabras; vivir en ese crucigrama, en el que besarte supone un desafío impaciente.

Deseo ser más que tu eco inolvidable.

Quiero vivir contando de tu piel todos sus poros y obsesionarme con la idea de que tienen un número, mientras vuelva a equivocarme entre los surcos que los unen. Debo discutir si mi entusiasmo es ya un número confiable, o si tus poros son esa galería de tiempo entre la que discurro. Quiero desnudarte el alma así: silenciosamente. Quiero transformar tu mirada en un laberinto de espejos y que en ellos veas mis ojos revolcándose entre espectros de sentimientos. Voy a hacer que escuches esa pluralidad, en el mar de sonidos de la sinfonía de mi vientre, después de conocer, después de poseernos. Convertirme en el subtítulo de tu risa, y amarte mientras huimos a una dimensión imposible de los sueños.

Quiero, por mero sadismo, que me torturen tus besos más allá de lo conocido, hasta que las lágrimas afloren a mis ojos, hasta que tu nombre se me pegue a los dientes en un sinfín de tiempo.

Quiero volverme a sentir conmovida por la dulzura de tus gestos y la sensibilidad de tus manos, vestirte de luz mientras duermes,  mientras te respiro, mientras nuestras decisiones forjan el destino más allá de un lugar cerrado. Ya para entonces, habrás hecho que me replantee la palabra “milagro”. Irás despacio, mientras nos convertimos en cómplices, mientras nos desvanecemos en pasos sin sonido, mientras el brillo del mundo nos alumbra y mientras la lluvia fluya.

Nos veremos envueltos en la comunión de un beso, cerraremos la brecha que enmienda todos los errores cometidos, así, en un simple abrazo, porque la memoria me ha devuelto un escombro de quién eres: mi estirpe, mi nacionalidad y mi mejor lugar.

YINA M. ESTRADA