Coty

Abrázame hoy...

Abrázame hoy… siente mi  olor a resina;

repasa con tus dedos mi áspera corteza...

y mientras se acerca la hora vespertina,

constata la firma de Dios, en mis vetas impresa.

 

Acaricia mis nudos, las cicatrices del tiempo,

y el corte perverso del hacha del hombre;

observa mis insectos, los azotes del  viento,

quizás quieras tallar en mi tronco tu nombre.

 

Si abrazas mi diámetro a la altura de tu pecho,

percibirás mi mansedumbre centenaria.

Mis frondosas ramas han sido por épocas un lecho,

para frágiles criaturas en situación precaria.

 

Abrázame... alza tu rostro y observa mis ramas,

 mientras los pájaros construyen sobre ellas sus nidos...

¿Acaso no crees que parecen hermanas,

 tejiendo, ocupadas, racimos floridos?

 

Escucha ese jolgorio divertido de pericos y oropéndolas;

 veme resistiendo picotazos de pájaros carpinteros.

Nota como mis ramas se estremecen emocionadas y trémulas,

Al bullicioso balanceo de monos tempraneros.

 

Soy un árbol noble, testigo  y cómplice silencioso,

de promesas de amor de los enamorados

y en el ardor inmenso de un beso delicioso,

me han marcado iniciales con corazones enlazados.

 

Para el ávido lector he sido respaldo,

mis frutos al hambriento, han dejado satisfecho;

materia prima he sido para los heraldos

donde han quedado registrados históricos hechos.

 

Sensible a la lluvia, al clima y al sol,

me visto y desvisto con cada estación.

Y en la semilla que encierran mis frutos tornasol,

repito el milagro de la reproducción.

 

Acerca  tu oído a mi tronco, cierra tus ojos...

Imagina mi savia fluir en vital movimiento,

Aprende que a pesar de mis despojos,

encuentro desde mis raíces, la fuerza del resurgimiento.

 

Quiéreme un poquito y déjame escuchar atento,

unas cuantas palabras de respeto y cariño

Susurra palabras de agradecimiento

y me harás más feliz que a un inocente niño.

 

Dime que aprecias mi aporte de oxígeno...

Mi color, mi aroma, mis frutos, mi sombra.

Tu veneno no conoce antígeno,

escucha mi lamento que te nombra.

 

Mi dignidad majestuosa es una dualidad...

Por un lado, parezco un héroe imbatible,

pero conmuévete con mi vulnerabilidad.

Lo sabes, hombre... destruirme es factible.

 

El verano ardiente alerta a un cervatillo.

Escena de destrucción, cuadro espantoso.

Se avizora en el lento humo de un cigarrillo,

la amenaza latente de un incendio pavoroso.

 

Y otro peligro aún más latente...

el escalofriante zumbido de una motosierra,

para exhibir en vitrinas y un estante,

los preciados productos de madera.

 

Piénsalo bien… puedes luego lamentarlo

y en el daño irreversible,

no tendrás manera de remediarlo.

Abrázame ahora, y sálvame…  muéstrate sensible.