Fernando de Lira

PASEO NOCTURNO.

 

En el silencio de la noche

llegan a mis oídos

los acordes de un violín.

Es una tenue melodía

que insta a mi alma

soñar, pasear y vivir,

quizás admirar tras la verja,

los hermosos rosales 

que en años lozanos 

mi madre plantó.

Quizás volver,

para admirar la vieja pileta,

que como muda testigo calla,

los viejos romances

que un día escuchó.

Junto a ella, enormes camelias

sobre la tierra umbrosa,

porque la luz del alba a este lugar...

Nunca ha de llegar.

Me he distanciado de la verja

un largo trecho...

La tenue melodía del violín

se ha ido junto al viento.

Dejé atrás los rosales

las camelias, la pileta y rododendros

frente a mí:

dos araucarias y un canelo

y palmeras que buscando la luz crecieron.

Las palmeras de otras tierras 

con añoranzas vinieron

las araucarias y el canelo

para ti amada mía

de nuestra tierra nacieron.

Por el sur,

madreselvas y peinadas zarzamoras

señalan límite a mi paseo,

por el norte, la vieja verja

de fierro oxidado y feo.