Hija del Sol

DIEZ, VEINTE, TREINTA Y, CUARENTA Y DOS EN COMPLACENCIA

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DIEZ, VEINTE, TREINTA Y, CUARENTA Y DOS EN COMPLACENCIA

 

En un beso fugitivo y atrevido

enredose afanosamente en su lacio azabache,

diez testigos de un sueño,

abrasando toditos ellos una piel en desvelo

y como lluvia en armonía,

acariciaron todo su universo…

No había otro tiempo,

tan sólo vivir ese momento

en una noche maquillada de plateado.

De pronto, ya eran veinte los presentes,

¡Imposible no verlos y mucho menos sentirlos…!

evadiendo andaban de sus aterradores contextos

y llegaban felices compartiendo ese atrevimiento.

Llegaron poco a poco y deshojando una a una,

todas las razones para no hacerlo

y en la húmeda fantasía del silencio

el verbo se fue quedando suspendido… sobre el lago del placer

y despertaron así, el interés de otros diez ¡y diez más!

No cabe duda, por la puerta grande

y muy entusiasmados fueron llegando,

como artistas al teatro,

convencidos del éxito de tal acontecimiento.

¡…Oh, cuánto goce hubo en ese concierto…!

Cuarenta artistas con mucho talento

y dos labios en su delicia y un delirio de estrellas.

Hoy, recuerdo que no fueron diez ni veinte los asistentes,

fueron muchos los que actuaron

y escribieron en cada una de sus huellas todas las escenas

con la suerte que cada uno vivió en ellas,

copulando así, todas sus quimeras

y en el clímax del infinito recuerdo,

sé que hubo un sueño cristalizado

y cuarenta y dos quienes lo sudaron…

que en la promesa de un amor en primavera

y en la mudez de las gargantas, lo hemos sepultado.

 

Hija del Sol

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