Raúl Daniel

Edith princesa (Cruzada por la Vida)

 

Como parte de un capítulo de uno de mis libros (Amores míos y amores de otros) incluyo una historia, que a más de ser verídica, muestra las dos caras del tema de la protección o no de la niñez y adolescencia, además de desnudar uno de los abusos más increíbles que son muy frecuentes en nuestras sociedades tan corrompidas.

Se trata de una familia formada por el Comisario I. R., su esposa N. O., sus cuatro hijos y ¡nueve personas entre niños, jóvenes y hasta un adulto que han tomado a su cargo!

Muy sencillamente, un día se enteraron del fallecimiento de una señora que dejaba en total desamparo a sus ¡ocho! criaturas (o lo que es peor a merced de un padre que estaba pervertido y ya abusaba de una de las menores).

Ésta (Edith, ahora hermosa joven de veinticuatro años) muy valientemente me ha relatado de manera pormenorizada y aún por escrito el drama de su vida, que tiene felizmente un bello final (se casa este año con Hugo).

Ella me ha hecho dos redacciones con su historia de lo que extracto lo siguiente:

 

“Don Raúl:

 

Nací en la primavera, donde las flores alaban a Dios con sus hermosuras y los pájaros también.

Cuando tenía cinco años de edad comencé a tener razonamiento de muchas cosas, mis padres no fueron un buen ejemplo para mí, especialmente mi papá.

Cuando tenía seis años fui a la escuela al primer grado.

Apenas terminé el sexto grado comencé a trabajar como empleada doméstica para poder mantenerme yo y también ayudar en algo a mi familia.

Ahora no me pregunte cuando fui adolescente, porque no lo sé, ¡porque ni siquiera sé lo que es ser niña!

Tampoco pregunte si me fue duro todo esto... ¡la verdad que me fue muy duro!

Cuando tenía siete años ya me di cuenta que en la forma que actuaba conmigo mi papá no era normal.

Yo, lo único que le pedía a Dios era tener un papá como las otras amiguitas tenían, yo veía como les mimaban a sus hijas... y decía dentro mío: ¡Cómo quisiera que mi papá fuera también así...!

¡Pero no lo era!

Comencé a preguntarle a Dios: - Dios mío, Tú sabes cómo sufro, ¿por qué no tengo un papá y una familia como los demás tienen...?

Siempre se dice que madre hay una sola, ¡es cierto!

Cuando mi mamá falleció tuve que quedarme a cuidarles a mis hermanitos, ahí le pregunté a Dios: - ¿Por qué le llevaste a mi mamá?... Pero Él no me contestaba (aparentemente).

Una mañana vino llegando en casa un tío mío que es pastor. Cuando me dijo: - Edith, vengo a buscarte...

¡¿Cómo?! (le contesté), yo no puedo irme, como voy a dejar a mis hermanitos solos, no puedo hacerles eso.

Mi tío dijo: - Edith, Dios cuidará a tus hermanos, o ¿te parece que están mejor en tus manos que en las manos de Dios?

Esto me convenció más, equipé mis cosas y fui con él a su casa. Cuando llegué mi tía me recibió super bien.

Llegaba la noche y pensaba en mis hermanitos, al rato me venía a la mente lo que me dijo mi tío, que en las manos de Dios estaban mejor que en mis manos.

Un día abrí mi Biblia y encontré una parte donde dice: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1º Tes. 5.18).

¡Oh, Dios mío! es tan difícil agradecer en todo... pero es tu voluntad...

Cuando oraba le decía al Señor: - Señor, ayúdame a saber agradecerte por las cosas malas que me pasaron (el abuso de mi papá... la muerte de mi mamá), porque tu palabra dice: dad gracias en todo...

Un día recibí la noticia que mis hermanitos estaban todos con una familia cristiana... ¡no sabe la alegría que sentí cuando supe todo eso!, ahí, con más razón me arrodillé para dar las gracias por ellos.

Y le dije a Dios: - Señor, será que algún día voy a tener la mamá y el papá que tanto quiero... (lo que menos pensé es que yo iba a venir a parar donde estaban mis hermanas).

Un día vine llegando como para visitar a mis hermanas, pero la verdad es que yo no estaba bien físicamente (ni espiritualmente).

Quedé un día y una noche en casa de esta gran mujer que recogió a mis hermanos (la que iba a ser también mi madre) y, al día siguiente le dije a una de mis hermanas: - Ahora yo me voy para mi trabajo y cuando puedo vuelvo. Pero mientras me preparaba para salir comencé a tener dolor de cabeza y mareo, y me desmayé.

Cuando desperté estaba en la cama donde mi hermana dormía. La abuela vino a preguntarme si no quería tomar nada, le dije que no y me quedé otra vez dormida.

Rato después sentí que alguien estaba a mi lado y no podía ver quien era, lo único que pude captar en ese momento era que ese alguien que estaba a mi lado me acariciaba las manos y la frente.

Cuando desperté completamente vi que estaba un pastor y los que iban a ser para mi mamá y para mi papá ¡lo que siempre anhelé tener!

Un domingo ellos me llevaron a la iglesia donde iban con mis hermanas. Llegamos y nos sentamos, cuando el pastor comenzó a dar la bienvenida a todas las personas que se iban por primera vez, preguntó por mi nombre y de donde vengo. Ahí se levantó ella y dijo: - Ella es hermana de las otras chicas que tengo conmigo. Dijo además: - Yo a esta niña la presento como mi hija delante de Dios, ya la amo como si fuera que salió de mi vientre.

Usted no sabe la alegría que sentí en ese momento... y hasta ahora.

Por fin puedo decir con seguridad: ¡Mi mamá!, ¡Mi papá!

Doy gracias a ellos por la paciencia que me tienen.

Les doy gracias por ayudarme en mi formación espiritual, física y moral.

Les doy gracias por el altar familiar de todos los días.

Por soportar mis rebeldías.

Por hacerme reír... en vez de llorar.

Edith.”         


Ahora también, la dramática vida de Edith me inspiró el siguiente poema:

 

Edith Princesa

 

Como en los cuentos de hadas infantiles,

como una cenicienta más...

hoy están sonando los clarines

de tu dulce despertar,

y soy testigo...

¡qué privilegio que Dios me da!

 

Dulce jovencita que me llamas por amigo

y, confidente, me revelas tus secretos,

puedo decirte que el cielo entero

nos está viendo.

 

Tu historia es triste,

tu propio padre te hizo ese daño

(tal vez enfermo, sólo así creo)

cuando tenías recién cinco años.

 

Así marcada... así destruida...

tan malherida, tan no-querida,

tan maltratada...

(tu propia madre te acusaba...

¡ella tenía que defenderte!

y no lo hacía...)

 

Tú le pedías, a Dios, la vida que otras tenían...

¡cómo deseabas esas caricias puras y santas

de otros padres... a otras niñas!

 

Edith muñeca del brazo roto...

Edith muñeca sin una pierna...

Edith muñeca del ojo hundido...

Edith chiquita... ¡casi una muerta!

 

Viajan las nubes, viajan planetas,

cruzan azules cielos, cometas...

las oraciones, ángeles llevan,

y en las moradas de Dios las dejan.

 

¿ Nunca escuchaste que si creías,

Él concedía cualquier deseo

que tú pidieras...?

Murió tu madre (una respuesta),

y te sacaron de donde ahogaban

a tierra seca...

se terminaron las vejaciones,

hoy se te ama y se te respeta,

estás creciendo y eres hermosa

(sólo hace falta que te des cuenta).

 

Corren caminos hasta que cruzan

otros caminos y otras veredas,

no más traiciones... no más afrentas...

Hasta parece que no es verdad,

tienes temores... ¡toma coraje!...

¡sólo confía... y ya verás!

 

Es El Eterno que te ha escuchado,

puso sus manos en el asunto,

Él ya te amaba desde la cruz,

y aún desde antes de hacer el mundo...

y hoy sigue haciéndolo

¡en Ismael, Nimia... y Hugo!

 

Hija del Santo, Edith princesa,

naciste en tiempo de mariposas,

¡nadie ha podido quitarte eso

que Dios te dio!

 

¡Aún eres casta!, ¡aún eres pura!,

¡tú no sentiste gozo en el sexo!,

¡sólo dolor...!

y serás virgen hasta que bebas

por tu designio libre el amor.

 

Yo te lo digo

como profeta, que soy, de Él...

y te bendigo en nombre de Dios

                                                                               ... Raúl Daniel.