Raúl Daniel

Trata de blancas..

Trata de blancas[1]

 

Muy tentadora la oferta que te hacía ese señor,

¡viajar hasta Buenos Aires!, ¡tener un trabajo mejor!,

Después de todo él era tío de tu compañera, (no podías desconfiar).

Tu mamá quedó llorando, pero más lloró tu abuela.

 

El viaje no fue muy largo, después de cruzar la frontera,

(sólo que el señor dormía y ni te dio una comida).

Como viajaban de noche, (llegaron cuando amanecía),

no conociste paisajes, (solo luces la rutina).

 

Un auto los estaba esperando en la estación de Retiro,

(te pareció un poco extraño... pero... “¡qué bueno este tío!”,

pensaste en tus adentros y no intuiste el peligro...)

 

Después de una hora y media arribaron a destino,

una casa algo vieja, llena de llaves y rejas y con aspecto sombrío.

Don Juan (se llamaba el tío) te pidió tus documentos

y la plata del pasaje, (tú te asustaste), “-¡No tengo!”

y le abriste tu cartera, “-¡Ya veremos!” dijo él, tomando tu billetera...

 

Esa misma tarde fue que conociste a las chicas,

todas así como tú: “demasiado jovencitas”,

la mayor tenia veinte, pero era la más bonita...

(aunque tú, en tus dieciséis, estabas bien “rellenita”).

 

Después don Juan te llevó a presentarte a la dueña,

ésta una plata le dio, y don Juan “pegó la vuelta”...

La señora te miró como se mira un pescado,

y enseguida te pasó a la piecita de al lado...

 

Allí estaba un hombre rudo fumando un cigarrillo,

y con el torso desnudo...

mientras limpiaba sus uñas con la punta de un cuchillo.

Te indicó el baño y te dijo: “-Nena, bañate y vení”,

(obedeciste enseguida porque te hacías pipí.)

 

En el baño tú temblabas mientras el agua corría,

mil conjeturas te hacías y todas muy terroríficas,

lo que pasaba entendías, aunque te parecía mentira,

de todas maneras hiciste ¡porque temías por tu vida!

 

Él te violó sin trabajo, porque el sexo ya sabías,

(tu novio te había enseñado cuando a su casa te ibas...)

con tan sólo dieciséis y ya no eras una niña...

lloraste mucho también, pero él se contentó ¡porque no te resistías!

 

Te hizo todo lo que quiso durante toda la noche,

algunas cosas sabías, pero otras aprendiste,

y, para cuando amaneció ¡todo tu cuerpo te ardía!,

(y sobre todo en los sitios donde él te la metía).

 

Te dio una pastilla a tomar y un poco de comida,

dormiste el resto del día y despertaste de noche,

te bañaste nuevamente y cuando saliste del baño,

la señora (Ña María) te miraba atentamente...

 

“-Parece que sos buenita -me contó todo Vicente-,

si te portás siempre bien y sos así con los clientes,

pronto me vas a pagar toda la deuda pendiente...

y plata te voy a dar, eso de ti depende...

Vení a comer que ya pronto comienza a llegar la gente.”

 

Tú la seguiste detrás hasta una gran cocina donde comían las chicas,

te sentaste y comiste, porque mucha hambre tenías,

te dieron vino a tomar y también otra pastilla.

 

Tu compañera de al lado se llamaba Margarita,

era una correntina, como tú, ¡bastante tímida!,

(por eso tal vez es que fue que se hicieran tan amigas...)

había dieciocho más, extranjeras y argentinas...

 

A las ocho de la noche vinieron dos españoles,

hombres bastante mayores y también algo “tomados”,

los dos querían contigo y no se ponían de acuerdo,

así que pasaron juntos y entre los dos te lo hacían,

mientras a ti te decían que entre ellos ¡eran amigos!

 

Después pasó un muchacho, jovencito como tú, que venía con su primo,

te comentó que esa iba a ser su primera vez,

que le ayudaras a qué: ¡fuera una buena experiencia!,

mas sobre todo quería ¡no pasar una vergüenza!

 

Tuviste que desnudarlo y hacérselo con la boca,

tu novio te había enseñado y también te lo hizo Vicente,

así que muy diligente ¡pusiste mano a la obra!

 

A las cinco menos diez pudiste bañarte de nuevo,

comer algo e ir a dormir (aunque no pudiste hacerlo,

porque extrañabas los grillos que abundaban en tu pueblo...)

 

Siguieron así los días y las noches y los meses,

y un día Ña María te dio unos pesos e indicó.

para enviarlos a tu gente...

y te fuiste hasta Retiro (te acompañaba Vicente).

 

Compraste algunas ropas e hiciste un buen paquete,

con el dinero adentro y una esquela controlada

por tu guarda que decía: “-Mamá, yo estoy muy bien,

ganando una buena plata, en casa de un coronel,

somos cuatro las mucamas y hay más personal también.

Te mando besos, mamá, para ti y para la abuela,

dile que cuando vuelva le voy a comprar una tele,

que tenga mucha paciencia, rece por mí y me espere...”

 

Un año después ya eras de confianza en el burdel,

te mandaban al mercado (que quedaba a dos cuadras),

cuando era necesario y no había con quien, (de los dos o tres muchachos);

los cinco hombres que estaban, a veces resultaban poco,

o se rompía el vehículo o alguno estaba borracho.

 

Cuando ya fuiste tres veces se te ocurrió la idea...

había siempre un policía o dos cuidando las puertas,

y tu corazón parecía que se iba a salir para afuera...

 

“-¿Qué desea señorita?” te dijo el que era mayor...

“-¡Qué me tienen secuestrada... sálveme usted, por favor!

“- Está bien, no se preocupe, disimulemos un poco,

vaya nomás a comprar, que ya llamo al patrullero”

y te metiste adentro mientras veías que él manipulaba el teléfono...

 

Unos minutos después, ya en la carnicería, vistes por el espejo,

que venían hacia ti Vicente, Carlos y el “Checho”;

te tomaron de los brazos y te llevaron corriendo,

buscaste al policía (con los ojos), ¡pero no pudiste verlo!...

el sol brillaba al cenit, era el veintiocho de enero...

 

Después de aquella paliza, no te podías mover, todo el cuerpo te dolía,

ya no te dejó salir ni a la puerta, Ña María...

por tres días, como muerta, de una silla a la cama, y de la cama a la silla,

y, a cada rato la vieja: “-¿Escarmentaste, nenita?”, te decía y te decía...

“-¡Ya no se puede ser buena!... ¡y yo que ya te quería!”

 

Hoy, ya cumples treinta años, y pocos hombres te buscan,

tu cara está tan pintada que casi pareces otra,

el “Checho” se enamoró por un tiempo y te propuso

escapar al Uruguay, de allí pasar al Brasil y después al Paraguay...

pero tuviste temor y él después se recompuso,

quitando el cuerpo a la cosa y “haciéndose el sota”[2]

 

Tú estás medio acostumbrada, y no sientes casi nada,

no envías más encomiendas ni noticias a tu casa...

 

Tu madre se consiguió que le hicieran unas copias

de una foto de ti, que tenía bien guardada...

(cuando cumpliste quince años, con la cara alborozada.)

 

En columnas, en Retiro y en la terminal de Asunción

las han estado pegando... con, abajo, estas palabras:

SI ALGUIEN LA VE, DIGANLE POR FAVOR...

¡QUE LA ESTAMOS ESPERANDO!

 

 


[1] La trata de blancas o de personas de sexo femenino (preferente y mayormente menores) con finalidad de explotación sexual es muy antigua y son innumerables la chicas paraguayas que con engaño son llevadas a la Argentina  u otros países limítrofes (últimamente también a España). Mucha gente, aparentemente honorífica, ha estado involucrada en este tráfico ilegal y criminal.

[2] Expresión en Argentina y Uruguay: “hacerse el desentendido”