Raúl Daniel

A tod@s l@s poet@s del portal

A tod@s l@s poet@s del portal:

Luego de la muy satisfactoria “Cruzada por la vida” que emprendimos con Silvi , y que apuntó a la preservación y defensa de la vida de nuestra raza desde el mismo comienzo de la existencia del ser humano, o sea en su gestación en el vientre materno, nos hemos unido una vez más para seguir defendiéndonos en los siguientes períodos de nuestro desarrollo como seres humanos: La Niñez y La Adolescencia.

Todos quisiéramos tener, haber tenido o que todos los niños tengan, un desarrollo feliz, medrando satisfactoriamente hacia una madurez plena, pero muchas veces esto no se concreta por muchos motivos: Ignorancia, intereses creados, etc...

Intentaremos ahora plantear algunas ideas, exponer nuestros criterios, consultar opiniones al respecto. Mostraremos lo que hemos visto o vemos, diremos lo que sabemos.

Como escritores comprometidos con la causa de la vida y la sobrevivencia armónica de los seres humanos, como individuos o naciones, no podemos guardar silencio e invitamos a quienes deseen a participar, ya sea con sus poemas, o cualquier forma literaria y con sus comentarios.

Felicito a todos los valientes que se animen a expresarse constructivamente y sin deseos contenciosos.

Gracias.

Muchas son las maneras de maltrato abandono y/o abuso de que son víctimas en sus tiernos años, niños y adolescentes.

Ya que la coronela tomó la iniciativa de mostrar la manera más conocida de esta ruin situación de indefensión de los que más deberíamos defender (que es la miseria económica) Yo comenzaré hoy mostrando otra faceta de maltrato físico y abandono emocional al que muchos niños son sometidos en sus propios hogares, y que traen serias consecuencias psicológicas y sociales en estas desamparadas criaturas.

 

Mi poema de Hoy:

 

Nadie te cuidaba...[1]

 

Nunca lo vas a comprender,

¿por qué deberías hacerlo?,

¿Acaso con eso podrías rehacer,

de tu vida, los hechos?

 

Tus noches angustias con tristes recuerdos,

tus días salpicas con fieros deseos...

tus noches y días de concupiscencia y sexo...

y le llamas vida... ¿será vida esto?

 

En ambas rodillas, aún guardas las marcas

de duras hebillas de cintos de cuero

con qué laceraban tu pequeño cuerpo...

(tu cuerpo... hoy juguete de hombres enfermos...)

 

Tu madre, más que una mujer, parecía un sargento,

y tu padre ausente, su alma en un  vidrio

con alcohol adentro...¡cuán fácil sacaba su cinto!

y te “corregían” por cualquier evento...

 

La mínima cosa, una mala nota,

una hoja rota, tres o cuatro gotas

manchando el mantel con leche o con sopa...

todo era motivo para el cruel castigo...

 

Insultos y gritos, cual si fueras tonto,

como si no oyeras cuando eras niño...

y te refugiabas en aulas lejanas,

o en el mágico cuarto de tus dos hermanas.

 

Cuando ellas no estaban, tocabas sus cosas,

te probabas sus ropas y tu boca pintabas,

porque te decías que mejor sería ser como una de ellas,

a las que por mucho, ¡menos castigaban!

 

Nadie te cuidaba...

 

Tú andabas buscando caricias o besos,

¡pero ni sabías que buscabas eso!,

hasta que te dieron algunos malignos

compañeros de clase, y un señor del barrio...

 

Hoy vas caminando, como siempre: solo,

rumbo a tu trabajo, un lugar obscuro de lujuria y tragos...

Tu cartera lila golpea tu falda, y tú te meneas, erguida tu espalda,

los aros te cuelgan saltando y brillando como si bailaran.

 

Tú crees que estás bien, que sobreviviste a tan malos tratos...

que, independiente, tomaste tu rumbo, te hiciste un destino...

tu senda, un camino en el libre albedrío...

 

Te llaman (algunos) con distintos nombres,

a ti ni te importa ni tienes cuidado...

No eres mujer, tampoco eres hombre...

¡eres el cadáver de un niño golpeado!

 

 


[1] ¡Cuánta violencia ocultan algunos llamados “hogares”!, ¡Cuántos niños maltratados no encuentran los modelos de conducta adecuados para imitar!, ni niñez ni adolescencia tienen, son mancillados por los mismos que deberían cuidar de ellos, pero ¡eso sí!, cuando el mal ya es irreversible, los catalogan, juzgan, y condenan, sin ninguna clase de misericordia ni amor. El que esté sin pecado ¡que tire la primera piedra!