LIZ ABRIL

EL DRAGÓN (I PARTE)

Viniste volando a través de mis sueños y con tus alas invisibles abrazaste esta tristeza mía tan honda.

Aún no sé si creer o no creer que existes. Que caminas por el mundo como yo, con todas tus imperfecciones y defectos. Arrastrando ese aire de soledad y melancolía que te caracteriza.

Aún no sé si creer que estás, que eres, que existes, más allá de mi propia imaginación, donde tu ser de animal quimérico y mitológico se mezcla con ese otro tremendamente humano.

Que respiras, que lates, que vuelas atravesando el límite entre lo sagrado y lo profano.

Aún no sé si creer, pero te presiento... Aún no sé si creer... pero te recuerdo,

Fantasma. Obsesión. Sueño frenético.

Pero, más allá de toda incertidumbre, eres capaz de pintar de mil colores mi mundo desteñido, de darle la luz de la ilusión, de derretir sus témpanos de hielo y con tu magia despertar la fantasía.

 

 

 

 

 

Era aquel el  momento de la angustia.

Despertar cada día preguntando para qué.

Yo, ¡tan mujer!, yo,  esa amante ideal! ¡Yo!,  con las manos abarrotadas de caricias y mis treinta y siete años explotándome en la piel.

Yo, que después de luchar, cuando creí alcanzar la plenitud, la felicidad, el amor, me encontré de golpe con las manos y el alma vacías.

Era el momento del dolor, de la noche oscura sin estrellas que marcaran algún rumbo.

Era el momento del delirio total y el desconcierto.

¡Era el momento de gritar, de llorar, de maldecir y no volver a confiar en el amor!.

¡Era aquel, justamente, el peor momento!

 

 

 

 

 

Ella te vio al salir de la Unidad de Terapia Intensiva (fue amor a primera vista)

Dijo:

-¡Este es mi “regalito”!

Desde la camilla que iba a transportarla hasta el ascensor.

¡Era el día de su cumpleaños!

 

 

 

 

 

 

-       Mamá ¡es tu “regalito”!

Pero ella no me escucha y  te recuestas en el que supuestamente es “mi” lugar en su cama y en su corazón.

-       Mamá ¡es tu” regalito”!

Le repito al oído, mientras está casi inconsciente y vos la levantas en tus brazos, como a un bebé (bastante pesado por cierto) al que no pudimos levantar ni papá, ni el médico ni yo, entre los tres.

Su corazón débil y cansado se siente aliviado y se abraza a tu cuello, así, casi sin saberlo.

 

Después... las luces, la sirena y aquellas palabras “peligro de muerte” y mis pasos retumbando en los fríos pasillos del hospital.

Me sentí tan sola y desprotegida que pensé en tus palabras.

-Me voy a trabajar, después vuelvo, cualquier cosa que necesites... me avisas.

Casi un extraño, que se acercó a mí y me tomó suavemente del brazo para darme fuerzas.

Mientras que aquella otra persona que yo esperaba, el hombre a quien más amaba me decía del otro lado del hilo del teléfono:

-       y bueno...  sabes cómo son éstas cosas...

Mientras que yo pensaba, ¡no, no son así! ¡No tienen por qué serlo!

Decime que hay esperanza, decime que va a estar bien, o no me digas nada, dame la mano, un apretón en el brazo e invítame a tomar un café...

Pensé en ti, en el “regalito” de mi mamá, en esa sonrisa tierna y ese sencillo gesto de preocupación y gracias a este recuerdo no me sentí tan sola…

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Cuánto tiempo pasó? No sé. Sólo sé que te vi y quise saludarte, saber cómo estabas. Y en ese momento eras tú el que se sentía solo.

Conversamos mucho y en esa esquina, parada, en la calle, tuve la extraña sensación de que serías algo muy importante en mi vida.

Faltaban pocos días para tu cumpleaños. Así fue como supe que habías nacido en el año del Dragón, según el horóscopo chino.

Así fue como te invité a mi casa, (tal vez a mi vida)

Así fue como todo comenzó...

 

 

 

 

 

 

- ¿Crees en la amistad entre el hombre y la mujer? Sencilla pregunta. Difícil respuesta.

-       SÍ, creo que existe. Solo que a veces se confunden las cosas. Si eres mi amigo, eres solamente eso.

Te conté la historia o el breve resumen de una larga historia, De un hombre y una mujer que durante muchos años se amaron Hasta que otra mujer se atravesó en el camino de él, entonces le dijo a su “amante”:

_ ¡Eres mi mejor amiga!

Yo, con mis amigos no planeo vivir. Yo, con mis amigos no hago el amor, yo, con mis amigos no planeo tener un hijo.

 

-¿Crees en la amistad entre el hombre y la mujer?

 

Sencilla pregunta. Difícil respuesta, para mí que fui la estúpida protagonista de esa larga  y triste historia.

Tus ojos fijos en los míos.

Tus oídos atentos a todas mis palabras.

Te expresé claramente qué pretendía del amor. Sin vueltas. A quemarropa.

Y tú, sentado en el sillón, con esa paz reflejada en tu mirada, desmenuzaste todo, analizaste todo. Me dijiste frontalmente y sin rodeos lo que te gustaba y lo que no.

Leíste mis poesías, verso a verso, comparando y haciendo mil preguntas.

Miraste fotografía viejas y entre el humo de uno y otro cigarrillo, el mate, la música, las cartas, transcurrió la tarde de aquel cálido Enero, que sorprendió a mi cuerpo bailando entre tus brazos y a mi mejilla con un beso que dejó mis piernas temblando.

¿Por qué rara  o extraña coincidencia te metiste en mi mundo?

¿Fue un designio de Dios o del destino?

No lo sé.

Sólo sé que fuiste la calma después de la tempestad.

Una ráfaga de aire fresco en una habitación cerrada.

El mejor regalo para mi vista y para mi alma cansada, para la fe que perdí, para la decepción, para aquella esperanza que se marchó asustada tras una mentira piadosa.

Me gustó tu sinceridad, rayando en la insolencia. Tu puntualidad. Tu sencillez. Esa mezcla de método y libertad.

Luego llegó la noche cubriendo tímidamente de estrellas las ventanas. Un instante de pasión unió tu boca a mi boca, mientras tus manos recorrían mi cuello, mientras me preguntabas dónde estaba la pasión leída en mis versos, mientras susurrabas:

-       Déjate llevar... quiero que me sientas...

Pero el miedo y la razón fueron más fuertes y te alejé de mis brazos, mi boca gritó que no, mientras mis ojos se reflejaban en la mirada asombrada de tus bellos ojos verdes.

Los dos estuvimos de acuerdo en conocernos, en intentar ser amigos, en evitar los impulsos y sofocar la pasión.