Diaz Valero Alejandro José

Dística poética XII

 

Clarol que nos destella,
el sol, y las estrellas.
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Observé miradas, semejan puñales
rabia inusitada, cargadas de males.
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La insensatez de tu ironía
hiere una vez, después se enfría.
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Feliz contemplando la mañana soleada
yo sigo esperando, la presencia de mi amada.
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Linda cayena abierta en el jardín,
es bella escena de rojo carmín.
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La montaña rocosa, vista tal cual,
se ve tan poderosa, monumental. 
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Lágrimas de agonía nublan a la rosa,
pierde su lozanía, y por eso solloza.
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Quitó el velo de sus dos ojos en llanto...
Viendo el cielo, se alejó de sus quebrantos.
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La madre aconseja sin miramientos
y aunque llega a vieja, sigue su intento.
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El niño se divierte sin pensar en nada
y al mundo entero advierte: No hay temor a nada.
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El mar nos inspira por su grandeza
y mi alma suspira con sutileza.
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En el tibio regazo de la tarde serena,
unimos nuestros lazos con hermosas escenas.
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La selva da sonrisas al ave que canta,
sabe que preconiza su belleza tanta.
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Sí podemos dar pasos, en completa oscuridad,
el temor al fracaso paraliza de verdad.
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Si alguna vez te sientes vencido y aislado
da un solo paso al frente y asunto arreglado.
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¿Quien puede conocer más de ti, que tú mismo?
¡Sigue de frente, busca feliz, tu heroísmo.!
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Multiplique mis sueños y despeiné mis ansias
y navegué con ellos, arrastrando mis anclas.
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Ese grandioso caballo que no conoces
va siguiendo los rayos, de un sol de bronce.
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Manantiales de versos sacian mi sed
y cuando desfallezco bebo otra vez.
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A un viaje sin regreso un día me iré
no he de temer por eso, ni temeré.

 


Autor: Alejandro J. Díaz Valero 
Maracaibo, Venezuela.