Raúl Daniel

Hermana Querida...

 

Tengo una historia que quiero contarte,

que hace algunos años me contó papá,

es sobre sus hijas, o sea, tú y yo...

Como todo hombre que tiene una hija,

la segunda vez anhelaba un niño,

no había entonces las ecografías y, a saber el sexo,

había que esperar hasta el nacimiento...

has de darte cuenta cuánto crecería su estado de nervios.

 

La noticia heló su entendimiento,

hasta le costaba un poco entenderlo;

y le molestaban esos comentarios símil a consuelos...

aún alguien le dijo: -“Es mejor así, que sea otra nena”,

a lo que él enojado y en clara postura, increpó:

-“Señora, ¿por qué es mejor?... y ella le explicó:

-“Estimado amigo: tal vez usted ignore

lo arto difícil que nos es a las féminas

tener una amiga que sea sincera,

¡es que entre nosotras siempre hay competencia!,

en cambio una hermana... unidas por sangre

y por una crianza... otorga confianza,

y ese es mi caso, yo nunca logré tener una amiga,

pero una tuve, y ¡esa fue mi hermana! Por eso le digo.”

 

Y, ahora yo, hermana querida de mi alma,

te quiero expresar lo mucho que te amo, y decirte

¡es cierto lo que esa mujer le dijo a papá!

Tú has sido mi amiga, fiel e incondicional;

me has acompañado en las dichas y penas,

y me has consolado y me has apoyado...

a tu lado puedo (sin disimular)

ser yo misma, falible, auténtica, veraz...

y sentir tu amor, ¡tu amor y tu paz!,

y darte las gracias por ser buena amiga,

¡hermana querida!