Carlos Fernando

Y callar...

Las luces nocturnas de una ciudad,

son como las estrellas distantes

que se acomodan en el cielo nocturno

y casi eterno.

Asomado con curiosa y absorta mirada

a ese falso cosmos extendido

delante de mis ojos, la mente se me va

detrás de los recuerdos distantes

de la juventud.

Amargos recuerdos de noches inciertas,

cuando el corazón se disolvía

en esa especie de líquido corrosivo

que es el dolor de la vana espera.

Poniendo los ojos sobre la pequeña figura

de mis hijos dormidos en sus cunas,

y a ratos, poniendo el oído atento

a la llegada de otro camión suburbano

estacionándose a la puerta de mi guarida.

Contar uno a uno los pasajeros apeándose,

y hurgando entre esos rostros el rostro

y la persona de la mujer ausente.

Y callar.