Vicente Martín Martín

Tengo heridas las manos

 

Tengo heridas las manos de soñar imposibles,

en mis brazos

hay señales de zarzas que retoñan y arañazos

de vigilias silvestres,

grabé en todos los días del otoño tu nombre

y me quedé esperando

como un nidal del trópico que incubara tus risas.

Yo no sé si el verano se ha instalado en tus ojos como un templo en la lluvia

y con el sol

se han dormido las grullas con los picos abiertos,

yo no sé

si esperar al retorno de los magos antiguos

o aguardar apostado como noche de añil a que terminen

de mamar los lagartos.

¿Qué nos pasó a nosotros que nos quedamos siempre

junto a las uvas agrias del estío,

de qué barro

modelaron mis muslos y tu vientre que no entienden

de tambores nupciales?

Me he pegado a tu piel y se han salido de cauce los arroyos,

esos mismos arroyos que afloraban

de ciudades atónitas y urdían

contrabando de pájaros,

ahora tengo

tristeza de extranjero al que le mienten

otras formas de Dios, nuevas palabras

que no encuentran su ambiente ni conocen

el alcance preciso de mi sed.