Raúl Daniel

Me acuerdo (cruzada por la vida)


Me acuerdo

 

Me acuerdo que te vi por primera vez al salir del almacén;

tú ibas caminando por la acera,

charlando despreocupadamente con una compañera.

Me acuerdo que quedé sumamente impresionado,

y quise que me vieras...

Me acuerdo que te dije que eras hermosa

como un amanecer de rocío sobre mil rosas.

Me acuerdo que me sonreíste sin decirme nada,

y seguiste rumbo a tu casa...

yo quedé parado al lado de un árbol,

clavado, sin poder moverme,

árbol yo también, sin atinar a ir para ningún lado.

 

No sé si fue en ese momento que me enamoré, pero,

me acuerdo que ya no pude pensar en otra cosa,

solamente en ti y en cómo conquistarte,

averiguar tu nombre... dónde vivías....

si tenías novio... si me querrías.

 

Después todo fue una vorágine de sueños,

de lanzarme al aire sin medir riesgos...

Y te avasallé, como hacen los corsarios,

sin darte la más mínima tregua,

te rodee de mis requerimientos,

y ganaron al poco tiempo, mi verbo alado

y mi corazón intrépido.

 

Y me amaste tú también.

 

Me acuerdo que era invierno cuando te di mi primer beso,

y que te pusiste roja, y me dijiste “te quiero”.

 

La primavera llegó como llegan todas las cosas,

y nos avasalló la pasión con sus emociones y su ensoñación...

y nuestros cuerpos se volvieron uno,

y yo te asía a mí con la fuerza de una anaconda a su presa.

 

Era tan hermoso todo, tan embriagante,

que sin pensarlo, un buen día dejamos de cuidarnos,

y sucedió lo inevitable en estos casos...

 

La noticia nos tragó como un feroz tornado,

los dos éramos demasiado jóvenes para ser padres,

y el miedo nos ganó, y nos volvimos cobardes.

 

Me acuerdo que te vi partir, el siguiente invierno,

te llevaba tu mamá a la campaña...

y ya no te prendía todo tu tapadito de cuero,

ese que un año antes se te pegaba al cuerpo.

 

Yo me volví árbol otra vez, árbol de hielo;

¡estúpido árbol que temblaba ante tan poco viento!

 

Me volví piedra sin movimiento, en la vereda, ¡hecho estiércol!,

Me acuerdo bien, y no me olvido... que fue en el mismo sitio,

donde te dije que eras hermosa

como rocío amanecido sobre las rosas...

 

A los pocos meses me enteré que se mudó de casa toda tu familia;

nadie supo decirme donde, yo no atiné a buscarte,

¡me faltaba mucho coraje aún para ser un hombre!

 

Así que seguí haciendo vida de árbol.

 

Pasaron muchos años... Siempre me acuerdo de ti...

Y te extraño... Nunca fui feliz...

 

A veces pienso en buscarte y llevarte rosas,

decirte que te amo;

pero, a fuerza de ser árbol, no lo hago...

(Los arboles no saben de esas cosas).