L. Roberto M. Uriostegui

Tarde de julio

La noche frágil caía sobre nosotros,

caía también el perfume eterno

de unas rosas a colores claros

y un sueño trémulo como silencioso.

 

El verano lluvioso enmarcaba las palabras,

los labios buscándose deseosos y espandados,

tus ojos hermosamente iluminados,

las palabras, los abrazos desolados.

 

Las notas de una canción, a lo lejos,

siendo todas ignoradas por los oídos.

Mágico momento, las rosas perfumadas

a tus manos, debían ser entregadas.

 

Tarde de julio, eterna nos unió

bajo el amparo de un castillo rústico

el amor nos poseyó en cuerpos frágiles

friolentos, pero queridos y homogéneos.

 

Pensábamos solo en el presente, 

lo demás no existía ya, todo era ahora.

Aquí estoy todavía, esperando, soñando

tu nombre por mis labios pronunciando.

 

Pienso en ti mi amor constantemente,

y es que desde la tarde de julio

no he parado de pensarte, que un día

podré de las manos tomarte.

 

Tarde de julio, tarde bendita por los dos

tarde formada solo por Dios 

no podía ser destruida o alterada

nada terminó, todo sigue ahí.

 

Las rosas, la canción, una fiesta...

tus labios, tus ojos, tu vo

la tarde de julio que inspira mis letras,

la tarde de julio, quiero que aparezca.