FELINA

MI PUEBLO EN LLAMAS

 



Hoy tus hijos lloran
sobre tus ruinas llameantes,
del desastre que arrasó
tu centenaria faz doliente.

Fue una noche de tantas como aquella
tachonada de luceros y de estrellas;
un manto denso, el resplandor cubría
de negro luto el amanecer de un nuevo día.

Con cada grito de horror, se desprendía
un pedazo de historia, que el fuego consumía.
un torrente de lágrimas llovían
y entre chispas de luces se perdían.

Cubriose entonces el espacio inerte,
con montañas de humo incandescente,
tiñose el alba, entre rojizo y cobre,
dorando los paisajes del oriente.

Como la espiga del trigal cuando florece,
con la esperanza del verdor en el ocaso,
un día volverá a estar radiante,
la mole inmensa, la hija de los andes.

Tus huellas de dolor se irán borrando,
con pinceladas de luces atenuantes,
las sombras del olvido irán pasando,
cubriéndote de lirios y de nardos.

Un día te canté tu gloria inmensa,
un día te besé ¡oh tierra santa!
cuna de grandes pensadores,
en donde dejé todo el corazón y toda mi alma.

Patrimonios de estirpes coloniales,
blasones de guerreros y de arrieros,
enredaderas de cafetos rojos y de azahares,
perfumes de pinos silvestres y gardenias,
balcones colgantes de violetas y camelias,
prisioneras jaulas con alondras, canarios y
jilgueros.