Raúl Daniel

Un amor así (vigintasílabo)


Un amor así (vigintasílabo[1])

 

Un amor que pueda padecer el tormento de amar sin ser amado;

un amor que es así, desesperado, que rompe todos los conceptos;

¡sí!, un amor sin condiciones, que sólo ama, ¡que sólo ama!, has hallado...

 

Un amor que no conoce el orgullo ni aún acepta ser vencido

y que voraz, loco y atrevido, desespera por un beso tuyo.

 

Un amor total que reconoce su escasez y tonto desenfreno,

y, aunque sólo él es quien cree, lucha feroz contra toda esperanza,

palabra, acción y aún la muerte; al que no pueden espada ni veneno

y sólo aceptará de Dios o del destino, ¡la suerte de tenerte!

 

Un amor así, tú has hallado, que ningún mal, sólo bien, quiere hacerte,

y que no piensa en parar ¡nunca!, hasta que todo tu ser sea saciado;

loco amor que quiere sorprenderte renovado todas las mañanas,

por ti, de ti, para ti, permanente y ¡eternamente enamorado!

 

Amor que quiere ser todo dulzura, caricias, besos y palabras;

amor que nunca grite o se irrite, que sea como una melodía

que día a día te acaricie... un amor así de dulce, ¡ya has hallado!

 

Un amor que nunca te reproche, pues errores todos cometemos;

un amor lleno de derroche de compasión y de actitud confiada;

para que ¡nunca! te arrepientas de vivir, de este amor, ¡enamorada!

 

Un buen amor, puro y honrado, justo y sincero, en palabras y en hechos;

un amor que renuncia al derecho de que si ama, debe ser amado...

que pide que lo dejes sólo amarte, un amor así, tú, has hallado.

 

Un amor que tiene la paciencia de esperar el tiempo necesario;

amor igual al del Calvario, que todo da, y espera sólo a cambio

la alegría del gozo indescriptible de darte amor, amor vicario.

 

Un amor que jamás nunca acabará que estará siempre disponible,

un amor que es entrañable y tangible, firme y tenaz y siempre el mismo,

sin dejar nunca de ser y apasionado, revoltoso, alborozado,

asustando un poco, pero siempre calmo, amando despacio y quemando...

encendiendo y apagando... llevando tu alma hasta las más altas nubes

con las alas del sol, y, entre la luna y las estrellas ¡vivir volando!

 

Un amor que derrumba muros y barreras de toda desconfianza,

que te hace vivir nueva esperanza, que te hace decir: -“¡cómo quisiera!”;

un amor que habrá logrado que lo imposible, ¡suceda!, y que dirá:

“Si no es hoy, será mañana.. (o pasado)”; un amor así, tú, has hallado.

 

Este es un amor qué, sin coto o medida, al darlo todo, da su vida,

y quiere dar y seguir dando y aún muriendo de amor lo ha logrado,

pues resucita y como el ave Fénix, eternamente regresando...

con agonía seguida de alegría... y ¡alegría de agonía!

 

Un amor sin puertos ni fronteras, algo así como un camino largo;

un amor que no detienen las barreras ni tarde ni  noche calman...

un amor que es como una hoguera que, para darte luz, he preparado,

usando como leña a mi alma; así es éste, mi amor, ¡qué has hallado!

 

Un amor más fuerte que la muerte, que espera todo y no admite el nada,

se juega al futuro y, sin pasado, atropella al presente y lo posee;

un amor que cambia todo, lo contiene todo, y ¡lo consigue todo!,

torciendo al destino y a la suerte; ¡un amor de imposibles conquistados!

 

Este es el amor que arde aquí, dentro de mi corazón enamorado;

éste es el amor que tengo para darte, créelo que aún no es tarde;

no atormentes a este amor, pues agoniza de tu amor necesitado;

aprovecha, ya no debes más buscarlo, está aquí... en mí... ¡lo has hallado!

 

 


[1] Este poema en la forma original (poesía libre) se encuentra publicado en mi primer libro editado en 1998 “Tal vez son poemas… tal vez son tristezas…”, y, en la antología de “Poemas del Alma” está en el décimo lugar. En la presente versión lo he llevado al formato vigintasilábico.