Alberto Moll

De la luz a las sombras

Hoy la belleza,

de rojos y violetas

engalanada,

se posó en el silencio

mudo y solemne

que permite a la tarde

dormirse en noche

 

En la colina,

recostado en el tronco

de un viejo olivo,

el deslumbrante encanto

de aquel instante

absorbieron mis ojos

avaramente.

 

Mientras mi mente,

por las mágicas luces

estimulada,

alzó su vuelo alado

sin ataduras

hacia mundos de ensueños

y de ilusiones.

 

¡Qué itinerarios

de radiantes regiones

sobrevolaba!

¡Qué universos dichosos

que la tristeza

no conocieron nunca,

ni el sufrimiento!

 

¡Qué gozo inmenso

contemplar esas tierras

imaginarias

sin lágrimas ni duelos,

donde los niños

su sonrisa atesoran

perennemente!

 

Donde los viejos

conservan el cariño

y las atenciones

de los frutos vivientes

de sus amores.

Y donde la miseria

fue erradicada.

 

Y, en paz risueña,

los hombres y mujeres

unen sus manos

y alzan su voz en cantos

confraternados

sin rencillas ni inquinas:

¡con altruismo!

.................

 

El sol se ha puesto.

Ya no hay rojos celajes...

Solo hay ya sombras.

Y mi mente errabunda

cae de sus cielos.

Y ahora ve realidades

y no espejismos.

 

Ensombrecido,

desciendo la colina

y entro en el mundo

donde la vida cruje

y el alma duele;

donde se sufren penas

duras y crueles.

 

Y, renqueante,

prosigo mi camino

con mis hermanos...

Y aunque arrastrar debamos

pesadas cargas,

¡que no perdamos nunca

nuestra esperanza!