Murialdo Chicaiza

EL HAMBRE

  

El hambre me corroe el vientre

escalda mis órganos, me tuesta,

mi hambre es ese letargo

en que creo estar vivo pero desfallezco.

 

Mi boca está seca y amarga

-es una fruta que me hiere y sangra-

Mi corazón es apenas un tambor de lata

que un niño debió haber olvidado

en algún camarote de algún tren

que cruza por algún país de nieve.

 

Y siento un dolor tan mío

como deberá ser el dolor

de los que se sacian para luego regurgitar.

El hambre es dulce y me adormece

me lleva a un país de niebla y sequedad

donde creo ver flores marchitas,

creo morder el polvo, saborear el barro.

 

Mientras que mi cuerpo quiere vida

me consumo: muerdo mi corazón

mis músculos se derriten, ya no hay dolor

en un aterrador mecanismo de defensa

mis ojos son descomunales e interrogan.

 

Mis cabellos son un despojo de opacidad,

me persiguen las aves de rapiña

todos esperan mi muerte

desde sus mesas que imagino.

Y me quedo solo en esta pequeña inmensidad

reducido a un punto, a una línea

soy un número que se suma al infinito.

 

Solo quiero un espacio para mi desolado cuerpo

un derecho, una derrota, no me lastimen

Solo quiero un último suspiro…