Con ganas de una taza de café
bajo la luz de la luna
preguntándome cuando llegara el día
en que decidas pronunciar mi nombre.
Inmerso en una gran melancolía
recordando el eterno abrazo
que marcó un antes y después
en esta vida que estaba perdida.
No era un sueño, no era nada de eso,
aunque después se convirtió en mi deseo,
el de dormir para repetir el suceso,
aquel de abrazarte y nunca salir de tus brazos.
Con ganas de una taza de café
pero esta vez a tu lado,
compartiendo historias y sonrisas
y dándonos a conocer, un poquito más.