Hectorin caballero

Soneto a una cierva

Perseguida sin cesar y sin piedad,

Hombres y jauría, sin dolor por su dolor,

Desean algo en ella: apaciguar el ardor

Movidos por la simpleza de su ansiedad.

 

El sonido de las gotas plomizas

Retumbó sonoro en la carne rosa.

Y el miedo fatuo en la cierva reposa

Mientras los labios destilan sonrisas.

 

Sola en el basto círculo del todo.

Sobre el suelo frio, cerca de la nada,

Se enluta la preciosa vida amada;

Prisionera bajo este cielo pardo.

 

Un velo oscuro rodea con ligereza.

Un mundo  se apaga en los ojos turquesa.