Raúl Daniel

Claudia no es princesa

Claudia no es princesa

 

Claudia es una chica ya en sus veinte años,

a Claudia no corona la diadema de plata,

ni tiene Claudia oro ni perlas ni rubíes,

ella tiene un tesoro que es invaluable en plaza,

que no roban ladrones ni arruinan los orines,

lo guardan querubines, no lo lleva a los bancos.

 

No conoce el orgullo ni tiene algún rencor,

si alguien la ofende, aunque sufra el daño,

procura perdonarle y trata de olvidar,

su corazón acuna no sentires extraños,

solo mucha ternura y solo mucho amor,

de ése que por ahora es difícil de hallar.

 

Claudia no se envanece por más que es bonita,

y, aunque se sabe flor, sabe que éstas marchitan;

y está esperando al amor, mas no le pone cita;

no está en una ventana, ella espera en el Señor,

sabe que un día vendrán el romance y la pasión,

y aguarda con paciencia, ¡pues es hija de Dios!

 

Claudia no está pálida ni triste ni callada,

ella anda saltando y cantando en su casa,

y es toda alegría, fe, amor y esperanza,

en sus días transita sirviendo a su prójimo,

en aquello que pueda y poniendo el alma,

con denodado esmero y ¡resultado óptimo!

 

No siendo hija de ricos, no fue a la facultad,

no posee títulos, de nobleza ni heredad,

pero su corazón guarda tanto amor,

¡qué llenaría océanos con sus ríos de pasión!

Claudia, doncella virgen, rostro rosado de sol,

su cetro: ¡la honradez!, la humildad: ¡su blasón!

 

Grácil  figura, niña, plena de elasticidad,

no conoce cansancio, no atiende fatiga,

si es que el servicio llama, si el caso la obliga;

sean hermanos, amigos o de la comunidad,

siempre la van a hallar, con su feliz sonrisa,

con alegría, piedad y simpatía sin prisa.

 

Así es Claudia, créanlo, mansa y servicial,

amable y generosa, muy alegre y cordial,

hacendosa, limpia y fiel, ¿príncipe la querrá?,

¿un rey de las finanzas?, ¿el más famoso cantor?,

¿quién será el ganador?, ¿a quién ella aceptará?,

¿a quién dejará entrar en su virgen corazón?

 

Aquí es el fin de estos versos y termina la historia,

¡y muy poco me importa que sean alejandrinos!,

¡Claudia no es princesa!, ¡pero es realmente hermosa!,

no porque la engalanen joyas y finas ropas,

ni ella está en un palacio ¡ni yo soy Rubén Darío!,

pero... ¿qué ella me ame?, ¡ésa sí es una gloria!