Juan Manuel Hernández.

LA VENGANZA DE GAIA.

Cuenta una historia, que una joven sufrió,

luchó día a día para lograr su amor,

se sacrificó para ver a sus hijos feliz,

y cuando al fin lo logró, su corazón se llenó,

su sonrisa se volvió el horizonte,

su mirada ahora es la luz del sol,

Su belleza es intensa, su belleza es bosque

en todo su esplendor.

 

Mujer perfecta, que a sus hijos nunca dijo no,

los crió en paz, hizo que se criaran en su interior,

Y sus hijos han madurado, ahora ya no la ven con amor.

 

Poco a poco la fueron dañando, haciéndola sufrir

por las noches, y en los días aumentaba su dolor;

Ella ciega de amor, cada día los perdonó,

ella inocente pensaba que así debía ser, que ella

se creó para ver a sus hijos crecer, y ya lo había hecho,

no tenía más nada que hacer.

 

Ella no se daba cuenta que lo era todo,

que sin ella nadie podría vivir,

que así como ella siempre se sacrificó,

a ella la debían amar, respetar, y siempre cuidar.

Porque como un holandés errante, su destino

sería la eternidad...

 

Y no fue así, ninguno de sus hijos la valoró,

quemaron sus bosques, le hicieron daño a su esplendor,

contaminaron su sangre, que por los ríos corrió,

Burlaron su corazón, y sobre éste, nadie cuidó,

y tristemente, la luz de la luna, muy poco brilló...

 

Ella, llorando a su Dios le pidió una explicación,

¿Cómo ella podría aguantar tanto dolor?

Su Dios le sugirió paciencia, pero ella no lo asimiló.

 

Batió a todos con su furia,

Y con toda su ira a sus hijos los trató,

Los bosques ardieron, su sangre aumentó,

El Sol fuertemente, con su calor la ayudó,

El fruto moría, y la lluvia todo se llevó.

Ella Molesta, de sus hijos se decepcionó,

y poco a poco, de su amor se olvidó,

No se fijó en la justicia, y a todos por igual castigó,

El culpable lloraba, y el inocente se inclinaba a Dios.

 

¿Qué hemos hecho madre? Los justos preguntaban con dolor,

\'\'No me han valorado\'\' Con rayos y truenos Respondió.

El mundo se acababa, y el justo en todo momento sonrió,

mientras tanto, el culpable, el que nunca a su madre protegió,

Se arrodilló, Pidió perdón, y de sus males se arrepintió,

Pero seguía la furia del Sol, la lluvia no cesaba su pasión,

y un día cualquiera, mientras los azotaba el calor del sol,

un sabio anciano, de su choza salió, sin camisa ni sombrero,

y mientras caminaba por su sendero, su piel poco a poco

cambió de color, sus pies empezaron a sangrar, todos

se preguntaban que haría, o hasta donde llegaría.

 

Ese anciano siguió su camino, hasta llegar al lugar,

donde hace 20 años era un hermoso manantial,

hoy solo quedaba una antigüa raíz de samán,

El anciano empezó a sacar semillas que tenía en su mano,

y las empezó a arrojar, al ver esa acción,

algunos hombres culpables lo empezaban a imitar,

arrojando semillas y abono a la tierra que tronaba

por su sequía.

Más tarde, al terminar dicha acción,

Empezaron a azotar los truenos en el cielo,

Todos creían que llegaría el castigo de Dios,

Al caer el diluvio, esas semillas empezaron a germinar,

La vieja madre se sorprendió, y suavemente sonrió,

con un arco iris, que a todos le demostró,

que siempre tuvo compasión.

 

Después de eso, las plantas empezaron a crecer,

formando un bosque con su color resplandeciente,

el manantial de aquel viejo anciano, que ya falleció,

pronto se llenaría de vida animal, volviendo sus aguas,

y volviendo la serenidad.

 

Y ahí está nuestra madre, feliz en su eternidad,

y aquí estoy yo, contándole a mis nietos,

lo que un día, mi valiente abuelo me enseñó.