Leandro Rodríguez Linárez

Intitulado CCXXV

Ahora entiendo el canto de las aves, llena los espacios vacíos, el ladrido de los perros hace lo mismo, los aplausos de las hojas que penden de un árbol escondido, las cornetas de los autos de metales forzados, obligados a emigrar de sus hogares profundos. ¡Oh espacios vacios! Se hacen velocidad y alfabetos tardíos, se hacen días de luces unicolores que no distinguen las risas a llantos austeros, se hace lengua amedrentada que no distingue la sal azul a la de sus manantiales cercanos. Espacios vacíos, compañía desafortunada, de amenaza de cañón intransigente, que ataca la espalda de un descuido, en los instantes en que, por error, solo por error, me distraigo y dejo de observar los espacios vacíos.

 

LRL

 

17-06-2014