Raül Bernadas

FLOR DE LIZ

 

Apenas un destello,
la magia de una tarde,
lo tímido de un beso,
¿qué fue de enamorarse?
Apenas lo soñado
volvió a ser lo vivido
y en cuatro garabatos
dejar un tiempo escrito.

Y si fuera esto un sueño
jamás despertaría,
si fuera amor ajeno,
la Flor de Liz sería
(en la belleza eterna
y el ruido del silencio)
el ciego amor que enferma
por un beso sin precio.

Fuiste la musa vaga
en primavera lenta...
¡Que tu olor me deshaga!
¡Que tu voz me haga presa!
Presa de tus dos labios
e incógnita mirada,
soy sentimiento sabio
en alma enamorada.

No alcanzo a ver de nuevo
como el amor hicimos
en un siglo longevo,
en tiempo que no vimos,
no vimos más que amores
mientras seguimos vivos
(un par de soñadores
en el mundo perdidos).

Con versos de ida y vuelta
rimando en los latidos,
con la cabeza prieta
y en mis versos manidos...
¡Qué Flor de Liz tuviera
tu olor, mirada y pelo!
La señal más certera...
¡No sabes lo que anhelo!

Así arrancarle al mundo
perdones y maldades
que en día moribundo
blandió casualidades
y en el febril destiempo
de encontrarse los dedos,
entrecortó el aliento,
gemidos placenteros.

Y de fruta prohibida
cubriré tu recuerdo;
no fuiste amor, mi vida,
¡cuánto te echo de menos!
Qué hay Flor de Liz sin verte;
qué es de este mundo vivo...
¡No! No es amor inerte
ni es un fuego abatido.

Es desparramar tinta
bebiendo de tu néctar,
hurgando en musa extinta,
en la nota más lenta,
aborreciendo flores
que sin Liz ya no brillan
y pasando estaciones
que al recorrer se olvidan.
 
Raül Bernadas