De repente abrí mis ojos y te vi, 
 desearte fue algo poco agradable, 
 olvidarte se hizo costumbre anhelada. 
 Murmuré frente a mi espejo y habló el deseo, 
 escuché una voz: ¡Era el silencio! 
 Nada más que solo yo. 
 Entonces decidí volver a ese instante,
 ese lugar sin encuentro,
 el encuentro de cualquier lugar.
 Y fue así... Nació el soñador.
 Allá voy, donde el vacío es libertad,
 donde se condena a muerte la vida común.
 Allá voy, donde el pensar por pensar es pecado,
 donde el sentimiento y amor de humanidad
 es más que tus estúpidas y miserables riquezas.
 Allá voy... Allá deberíamos ir... ¿y tú a donde vas?