Sara (Bar literario)

De irse y quedarse: dos lineas paralelas

Te imagino a lado de alguien. Sin que nada se interponga entre sus manos y la estética platónica de dedos entrelazados. Nada me haría más feliz y por eso, lloro. Porque tu mano es el taller en el que planeo fabricar el insomnio de siglos de hojas. De siglos de calles, de risas de amigos en los que mi presencia no es más que un botón ausente.

No pulses enviar en reuniones, en salidas, no pulses la entrada a una pelea, pero tampoco pretendas hacerlo cuando la agonía del silencio es ya otra razón para irse. 

 

Te imagino yéndote, te imagino apagando lo que nos une, separando el huso horario de este artefacto que antes, hubiera sido una carta o una paloma enferma. Te imagino yéndote, pero no irías a ninguna parte: te quedarías parado en el mismo sitio, sintiéndote solo, realmente solo, porque siempre estuviste solo. Solo.

 

Quedarte ahí, sin que me veas desaparecer por una esquina, caminando con todo el amor que se queda pegado en el cuerpo como una metástasis de momentos felices que matan. Quedarte ahí, sin que me veas acelerar el paso para desaparecer de tu lado, para no estar más. No me verías, no me verías irme.

 

Seguirás ahí y tomarás el artefacto ese, para soportar el peso de la ausencia, calculando mi soledad de boca arriba y lágrimas que son estertores de un pecho que siempre amó quedarse despierta a tu lado, como un árbol, como un paisaje que circunda tu silueta y que no miras. Salvo que yo estaba y era el mismo paisaje en otra hora.

 

Uno para irse, necesita juntar coraje, detener el cruce de balas entre dos del mismo bando que tienen miedo de ser atacados a traición. Uno para irse invoca un solo paso, una palabra.

 

Uno para irse requiere quedarse realmente solo cuando todavía se tiene al otro lado, a esa persona a la que sin carta, sin motivos, sin fechas programadas -casi a inconsciencia- ya se dijo adiós.