la negra rodriguez

SILVIAKARL

Nuestras almas eran los cántaros

 en los que  depositábamos los versos,

después de fusionar letra a letra

como quien  mezcla cal y arena.

Forjamos un estilo diferente,

 su profundidad y mi nostalgia

le dieron a los versos un raro equilibrio.

 Estábamos unidos

 con un pacto y con un un sello.

Y así, noche a noche, hora tras hora

deseando  que nunca  amanezca,

unidos, íntimamente unidos

por amor a a la poesía.

Eso era lo más bonito, lo más limpio

sin espacio a la doblez de sentimientos;

 sin espacio a  malos entendidos.

Unidos por un verso  compartido,

por un silencio de siglos

que quisimos romperlo con voces

de alegría germinada

 en los albores de la esperanza.

Y ya no estábamos solos;

y ya no estábamos tristes.

Éramos  mil sueños compartidos

 y fuimos un poema fusionado

creado con la complicidad

de las sombras  y el silencio de la noche.

Un poema que nunca tuvo un verso final

y que quizás, hoy se ha vuelto triste…