Juan de Dios Jose

UNA MAÑANA

Una mañana... 
Entonar esta dulce balada 
¡qué de vicisitudes supuso!
En todo estábamos inseguros 
tú y yo: letra, tono y melodía; 
la voz nos salía mortecina.

Cuando inesperadamente 
una voz sublime en las alturas, 
y otra fino eco haciéndole, 
surgieron en nuestra ayuda, 
suspendiéndonos las mentes.

Yo digo que cada uno 
tenemos como un nítido espejo, 
un prístino ideal en el Cielo, 
que refleja nuestro yo profundo, 
tal cual lo pensó el Eterno.

Y aunque aquí abajo 
nos detengan los recelos, 
fuimos predestinados a amarnos 
en nuestros angélicos modelos, 
que el Hado enlazó desde el comienzo.

¿Seremos capaces de prestarnos 
a esa intimación de lo Alto, 
deponer susceptibilidades 
y juicios superficiales, 
para al fin enamorarnos?

¿O será esta canción como otras, 
de las que no queda rastro 
de su original destinatario?
¿Será otra ilusión rota 
o que disipó la aurora?

No, una mañana 
despertaremos enamorados; 
la desconfianza 
será pesadilla del pasado 
que disipó el alba.

Sí, una mañana 
rayos de sol fundirán el hielo: 
mi alma a tu alma 
la unirá en rapto de amor el Cielo, 
contra el cual no hay arma.

¡Fuera ya mañana 
el plazo fijado por el Hado!
Y a hora temprana, 
pues mi corazón lo ha arrebatado 
ya esa tu voz blanda, 
tu tierna mirada, 
tu sonrisa cálida...