Carlos Fernando

Reposando

En la modesta faena cotidiana,

vale la pena tomarse

un momento de respiro

sin tener en mente la rutina,

sin planear la jornada de mañana,

sin estar preocupado por la paga

por el trabajo merecida.

Tomarse un momento

para percibirse vivo,

para sentir que late el corazón

sin perder su ritmo,

que los pulmones se llenan

del aire que no cuesta nada.

Para maravillarse del pensamiento

que vaga en un instante

lo mismo hacia atrás

que hacia adelante.

Para escuchar el suave

canto del agua derramarse

mientras alguien más

friega los platos.

Para imaginarse cómo

se forman en el interior

del ojo las figuras que se tienen

al alcance. Y cómo

viajan por los nervios ópticos

hacia las profundidades

del cerebro que interpreta

el mundo que percibe.

Un respiro, un tiempo de calma

que nos regala, la vida

entretanto las suaves notas

de una guitarra se descargan

al interior del oído.

Y haciendo a un lado el sueño,

tomarse un pequeño espacio

de existencia, para mantenerse

alejado de las funestas historias

del noticiario. Y agradeciendo

a Dios sin tener que seguir

una rutina impuesta,

sin palabras, en el lenguaje primitivo

del alma, decirle simplemente:

Gracias mi Señor, porque

mi estómago trabaja y mis manos

aun inquietas, escriben estas letras

sobre un teclado, y mis pies,

aun me sostienen sin ayuda.

Porque en este instante no requiero,

ni medicamento ni dinero

para estar satisfecho de estar vivo.