LIZ ABRIL

QUE ENMUDEZCA EL MUNDO

Han de quedarse dormidos

mis besos sobre la almohada

mientras mis manos resguardan 

la huella imperceptible de tu piel.
Mientras la mente evoca las palabras

que quedaron suspendidas

en un pretérito que quizás no fue.
Con los ojos abiertos contemplaré

la imagen que parece descolgar del techo 

junto a la telaraña que cuelga de la lámpara

y que me niego a prender.
Total... basta la luz de la luna

que filtra por la ventana

y tiñe las paredes

con raros tonos de azul

inundando la penumbra.

Que fenezca el ruido y descanse el mundo.

Que ni siquiera el sonido de un relámpago

atraviese el cielo. 

Que enmudezca el silbido

del viento en las cornisas. 

Que se detenga el eco de esa piedra

rodando en la montaña. 

No quiero oír el batir de alas

del cóndor que pasa

con la presa en sus garras.
Ni el temblor de los pequeños pájaros

ocultos en las ramas desnudas.

Que enmudezca todo. 
El constante ajetreo de los cuerpos

que buscan consuelo

en las calles solitarias. 

El ruido de las voces

que vuelven a sus casas.

Que se acallen pianos y violines

en su constante sucesión de notas. 
Que cejen su carrera fusas y semifusas

quedándose dormidas en las teclas

o prendidas al filo de las cuerdas.

Ni siquiera la guitarra lastimera

lanzando sus coplas

ose interrumpir este silencio

y el frío de mi alcoba.

Que la noche es larga y tiene frío

y ya los grillos ni siquiera asoman

al reflejo del agua. 

Sólo se eleva en el patio la magnolia

y en el rincón se acurruca

el jazmín amarillo.

Mientras la palmera arrastra sus hojas

acariciando las macetas congeladas.

Que las olas detengan su osadía

de morir estrelladas en la roca.

Que el rumor del río descanse un momento

tendido en las piedras de la orilla.

Ni una pluma arrastrada por la brisa,

ni siquiera el rumor de una pestaña

se atreva a perturbar con leve ruido

esta ausencia de ruido que se eleva 

levantando en vuelo el alma.

Que enmudezca en los labios la oración,

los gemidos, los gritos, los aullidos.

Y también en mi boca

el débil este suspiro añejo.


Quiero escuchar... el sonido

de tu respiración 

y los latidos de tu corazón...

¡aunque no estés aquí y estés tan lejos!