Raúl Daniel

Vocación

Vocación

 

No todas las personas tienen buena suerte, a muchos de nosotros nos quisieron impulsar a cumplir los sueños, las expectativas, los anhelos de nuestros educadores (padres, parientes, maestros, etc.) Influenciaron para torcer nuestro destino, o puedes llamarlo vocación o puedes creer que hay un plan de Dios para nuestras vidas... como sea que pienses, ahí estás tú y tu futuro, ¿Serás un triunfador... o no serás nada?... ¿Serás feliz?... ¿Te darán ese derecho? 

Cuando veo tantas vidas malogradas en el absurdo plan de acumular más y más bienes materiales, con la única meta de tener más y más (meta que nunca se alcanza, porque siempre habrá algo más para adquirir), me siento verdaderamente impotente y un frustrado más del montón... 

        Inmersos en un mundo en conflicto por la permanente lucha entre los poderosos, lucha que cada día se traslada más de lo castrense a lo económico y cultural, el individuo, desprotegido, vulnerable, sin defensas acordes a los monstruosos enemigos, sucumbe derrotado y es a la vez campo de batalla y víctima.

 Me encuentro casi a diario con jóvenes que me confiesan sus vocaciones artísticas, como así también de los enormes esfuerzos, las artimañas y presiones que sus mayores realizan para frustrarlos. Estoy lleno de esto, hasta la desesperación.

 Cualquier bruto puede hacer dinero (es sólo cuestión de trabajar, más algo de astucia).

 Pero: la gracia de una danza... el impacto estremecedor de una lograda escultura... la suave caricia al alma de una acertada ejecución musical... el bálsamo de la poesía... ¿cuánto valdrán...?

 Todos queremos que nuestros hijos sean felices, pero la felicidad sólo llega por el camino de la sabiduría.

 Algunos sólo quieren tener una vida común, algo simple, y ni esto tan sencillo es comprendido la mayoría de las veces.

 

Don Pepe

 

Con las manos en los bolsillos

y pateando los tarritos,

se fue silbando bajito

el dueño del conventillo.

 

Él era un hombre sencillo,

todo el mundo lo sabía,

así que este asunto venía

a ser todo un acertijo.

 

Como él lo suponía,

ninguno era feliz,

y se sonó la nariz,

pues mucho moco tenía.

 

Para Juliana (la tía)

aquello era normal,

pero ¡mírala!, ¿qué tal...?,

¡total no era su hija...!

 

¡Nada menos que la Rosa

era la que había dicho:

-“Quiero irme con el circo

a ser una trapecista”!

 

En la esquina se dobló

porque la esquina doblaba

(aunque así más se alejaba,

mucho poco le importó).

 

Ahora, de pronto, pensó

en no hacerse malasangre,

porque (parezca o no)

ella es bastante grande.

 

Veintidós es que cumplió

apenas el mes pasado,

y es profesora de danzas,

de inglés y computación.

 

Mucha plata había gastado

Don Pepe en la educación

de la nena, y no quería

¡hacer este papelón!

 

-“¡Todo es una porquería!,

¡voy a morir del disgusto!

(pensaba mientras se iba

ni él sabía a qué punto).

 

Si estuviera la Petrona

me ayudaría a atajarla,

no me gusta ni por broma

este asunto de dejarla...”

 

-“Los circos son muy modernos

y tienen computadora,

además se viaja mucho

y hacen falta los idiomas.

 

Me gusta mucho la danza,

pero más quiero volar...”

(Las razones de la Rosa

se las sabía de sobra).

 

Una tapa de gaseosa

llamó un poco su atención,

y, en un estirado esfuerzo,

buena patada le dio.

 

La tapita fue a parar

a la pierna de una gorda

que entre dientes lo insultó.

 

Él seguía hablando sólo,

y a la gorda... ni la vio.

 

 

Culpa De La Petrona

 

Ya hace dieciocho meses

que comenzó su trabajo,

y le llamó por teléfono

solamente cuatro veces.

 

Él por las noches pasea

hasta quedar aturdido,

cuando se cansa del frío

a su casa se regresa.

 

La luna siempre lo sigue

y se ha vuelto su amiga,

así como un perro rengo

al que le tira comida.

 

Primero fue la viudez

y ahora culpa de un circo,

el asunto es que Don Pepe

sólo habla consigo mismo.

 

Él creía que la Rosa

iba a ser una empresaria,

siempre fue muy buena alumna,

sobre todo en matemáticas.

 

Su sueño había sido ponerla

al frente de su negocio,

una empresa inmobiliaria

unipersonal (sin socios).

 

Aunque él no tenía estudios

había hecho mucha plata

y pretendía extenderse

hasta formar un imperio.

 

Siempre peleó con Petrona

por el tema de la danza,

pero ella era caprichosa

y además muy rezongona.

 

-“Cada cual con su capricho,

vos querés computación

y que sea contadora...

¡y yo la danza!” (le dijo).

 

¿Qué es lo que no pensó...?,

lo tenía bien planeado

¡y ya faltaba tan poco!,

¡la pucha que lo tiró...!

 

Hasta parece una burla,

de pronto, lo que sucede,

¡todo le sirve a la Rosa

para lo que ella quiere!

 

¡Si no hubiera ido a danzas

no tendría esas ideas!,

abandonar los estudios

¡en medio de la carrera!

 

-“¡Petrona tiene la culpa,

ahora yo me encuentro solo

(y para colmo de males

soy hombre, tampoco lloro)”.

 

Mientras tanto en el Brasil,

muy aplaudida la Rosa

y con su cara radiante,

ejecutaba con suerte,

en lo alto de la carpa,

lo más difícil de “El

Triple Salto De La Muerte”.