Murialdo Chicaiza

MADRE

 

Me despertabas a gritos por las mañanas

para ofrecerme una ritual  taza de café caliente

que abrigaba, como cuando moré en tus entrañas

era  una semilla de carne, un espíritu silente.

 

Me extrañaste en la ausencia del que quiso volar

los años iban marcando tu terso rostro, en tanto

mi adolescente alma intentó hablar y cantar

ante la tragedia y la felicidad, la risa y el llanto.

 

Aún sigues como si nada ha pasado, estás vieja

pensando en mí, siempre preocupada en nosotros.

Tu amor es constante, es un sol que nunca ceja

que alumbra más allá de la carne, de los escombros.

 

Como un pedazo de tierra que guarda tanta energía

sustentaste mi ser con polvo humano y divino

ya no querré ni podré cantar una futura  elegía

me acompañarás en silencio, hasta el final del camino.