Carlos Manuel Larrea

Al espantapájaros que habita mi alma:

Querido espantapájaros:

 

Sé que tu fecunda tarea te quita tiempo

para hablar conmigo de algunos temas.

 

Sé que tú quieres proteger estos campos

donde brotan amapolas y los lirios no descansan

donde fértil es la tierra para sembrar hierbabuena

donde frágil es el silencio del jazmín en su recelo

y donde nunca lluvia alguna han visto tus ojos

desnudar con sus lágrimas la blancura de mi rostro.

 

Sé que tú crees que todos han de tenerte miedo

porque tu ropaje de harapos ofenden la belleza

porque de paja los cuerpos no han de ser muy tiernos

porque de agujas los ojos no han de mirar al cielo

y porque inmóvil y reticente en las noches al sereno

no ha de conmoverse nunca tu corazón de madera.

 

Sé que tú piensas que hay momentos más intensos

que millones de pájaros cantando en tu frente

o miles de abejas besándote con su néctar

o infinitas luciérnagas brillando en tu pecho

sé, querido y tenaz espantapájaros,

que crees haber nacido para asustar esos milagros.

 

Pero sin tan sólo pudieras en un instante cualquiera

tomarte un descanso y sentarte a mi lado

y dejaras que el viento te regale un abrazo

y olvidases por un momento tu atalaya en la pradera

y dejaras que te contemplen las rosas boquiabiertas

y dibujaras con tu mirada un relámpago en la grama

y recorrieran sus caricias tu abrigo cuerpo de paja...

 

Ay, querido espantapájaros,

te darías cuenta que tus campos son más bellos

si poblados los quisieras

y que a ti nadie ha de tenerte miedo

por tus ojos como agujas o tu ropaje harapiento

ni por el cansancio sereno de tu corazón sin lamentos.

 

¡ Ay, querido espantapájaros,

sin tan sólo pudieras

si tan sólo supieras

darte cuenta siquiera

son tus brazos los que se temen

pues muy altos los tienes !

 


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