Xema

ATITLÁN.

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Oh tus guardianes duermen,

Tus amigos descansan en tu hermosura;

Lago de cristales,

Oro puro verderón

Por las columnas de nubes

Y del misterio precolombino.

 

No te ocultes en las nubes de algodón,

No te tapes con verduzco de tus olas,

No te afanes haciendo girasoles

Para que vuelen en la brisa de los amantes.

 

0h, mira la tenue brisa que te rodea,

La lóbrega mirada del Cakchiquel

Y la dulce risa de los cerros de cristales.

 

La fragancia del áloe, el perfume caído por los dioses,

La brecha de tus encantos,

La dulce sonrisa del misterio

Y de los sauces que te rodean.

 

El pie del agitado,

La mirada tierna de tus moradores,

La palabra de acogida del seno de la tierra y el tesoro que ocultas en la noche de los infantes.

 

Mira tu tenue brisa,

Oye el rugir del tiburón

Que nada sobre ti

Y la ballena que se lanza a llevar a través de ti el canto del pelícano

Y la certera flecha Hunahpú.

 

No, no te agites,

De cristal son tus escamas,

De acero tu follaje.

 

Tus guardianes duermen placidamente

En tus brazos,

Morfeo descansa en tu serena brisa,

Platón choca ante tu débil parecer

Y Aristóteles quiere explicar tus accidentes y tus sustancias de nopal.

 

Sal y revístete del sol,

Déjate amar

Y que tus guardianes despierten

En la solitaria orilla del amor.