Raúl Daniel

A Mi Hijo Yari

Fue una mañana de domingo del invierno de 1993, en Paraná, Argentina. Los anteriores días habían sido de lluvias permanentes y mucho frio, de esos que hay que soportar si vives ahí, que aunque uno se termina acostumbrando, muchas veces son días interminables, insoportables y, que si uno no se cuida con el abrigo, corre serio riesgo de enfermar.

Pero esa mañana ¡había salido el sol!.. sol que no habíamos visto por días.

Por ser domingo nos habíamos quedado en la cama un rato más, pero tomando mate y charlando todos en mi dormitorio, (con el chiquito –Daián- metido entre mi esposa y yo).

Cuando me apercibí de lo lindo que estaba el día, comencé a “moverlos” a todos para salir afuera.. mi esposa quería seguir disfrutando de la “reunión” y del mate entre las cobijas, cosa que daba mucho gusto.. pero yo quería quitarles una fotografía a todos, y a regañadientes, Daniela accedió, (nótese en la foto su cara hinchada por estar tanto en la cama).. y salimos todos al frente de la casa, Verónica, mi primogénita es la que está con el rostro resplandeciente y atajando a Dana, nuestra perra (un hermoso ejemplar de raza pura ovejero-alemán), Daniela, mi esposa (que no dejó el mate), Marcela, la segunda de mis hijas, Yari, en cuclillas atajando a su hermanito Daián..

Esta siempre ha sido la foto preferida de mi familia.. y ahora que ya no los tengo más, trato de no mirarla..

Quise subirla hoy a este blog y en este poema porque en los siguientes días les daré a conocer algunos de los poemas que he escrito sobre ellos (aunque no todos).

 

A Yari

 

Porque fuiste, del hijo varón

que quería tener, el primero...

y colmaste mis ansias,

cumpliste mi anhelo:

manzana, ciruela, naranja,

cosecha frutal de febrero.

 

Te cambié pañales...

te acuné en mis brazos

y te crié en mi falda

(te malcrié de paso).

 

Después el infierno

nos ganó la mano

y perdí tu carta,

¡se quedó en el mazo!

 

Por caminos idos,

más de mil kilómetros,

ésa es la distancia

desde aquel fracaso...

 

Y, aunque no te tengo,

tengo tus recuerdos...

y, ahora ¡qué más quiero!

saber que te puedo tocar en el alma

(¡aunque no en el cuerpo!)

 

Hijo... ¡qué te quiero!