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El Maestro y el Tiempo.

—Querido maestro, por cuánto tiempo debo estudiar las Sagradas Escrituras?

—Por algún tiempo más —contestó el maestro.

—Y por cuánto tiempo debo practicar las enseñanzas? —insistió el discípulo.

—También por un tiempo más —reiteró el maestro al mismo tiempo.

—Y por cuánto tiempo debo seguir meditando, querido maestro?

—La meditación es simplemente complementar al estudio de las escrituras y la práctica, así que también debe ser por un tiempo más —explicó el maestro.

Inconformado por las respuestas, el discípulo decide pedir una mejor aclaración:

—Pero maestro, yo necesito saber cuántos años todo esto me llevará, hasta que pueda alcanzar la iluminación.

—Querido discípulo, cuánto tiempo lleva un árbol desde que nace la semilla hasta que pueda dar buenos frutos?

—No lo sé, querido maestro —respondió desconsolado el discípulo.

—Exacto, amado discípulo, tú no lo sabes, yo no lo sé, pero el árbol sí lo sabe, sin embargo él no se pregunta cuánto tiempo le falta para ello. Solo procura cumplir con lo que está predestinado.

«Al cuestionarme cuánto tiempo te falta, te conviertes de discípulo en un avaro que quiere acumular y negociar con las monedas del tiempo. Aceptas la esclavitud de ese tiempo y te olvidas de tu verdadera naturaleza –la Eternidad. Esa es la idea que debes mantener fija en todos tus actos, pues es la única idea liberadora. Vive cada momento como quien recoge el fruto de un árbol, sin importarse de cuánto tiempo le llevó para alcanzar el fruto su madurez.