Raúl Daniel

El Triunfo del Amor

El Triunfo del Amor

(El presente es parte del libro “Amores Míos y Amores de Otros” Editado en el año 2002)

 

Quiero decir qué:

 

            Muchos amores he tenido y tengo en mi vida, y los años me han enseñado a valorarlos, en la actualidad, con cincuenta y cinco años de vivencias, triunfos, fracasos, pérdidas, conquistas, penas y alegrías (dos matrimonios), el rosario de amores que poseo tiene las más diversas cuentas... y de muy variados colores.
            He separado este lugar del presente libro, para exponer unos amores que están ocupando un lugar especial de mi corazón. En realidad ya no hay en él lugar para otra cosa que no sea amar, ahora que he sido enseñado al fin, y esto por el mismo Señor Jesucristo, no quiero hacer otra cosa.
            Y Dios no me enseñó solamente la teoría que está escrita en la Biblia, no, no: Él envió a muchas personas que entraron en mi vida dispuestas a amarme y a enseñarme lo que verdaderamente significa y es el amor.
Ahora tengo comprobado que amar es lo mejor, y es tan lindo que no me pueden poseer ya los monstruos del desamor, el rencor, el odio, los celos, la desconfianza, la indiferencia, la inmisericordia.
            Yo soy uno de los tantos que han pasado por los áridos territorios del desamor, que es la otra cara de la moneda del amor. Éste trae mucho dolor, siempre alguien sale dolido cuando una pareja termina... cuando una amistad termina... (sobre todo los hijos en el primer caso). En realidad nadie se salva del dolor, y menos en el desamor.

            No existe el amor si no existe el perdón, el rencor ocupa un lugar tan grande en el corazón que no deja lugar al amor, y, el verdadero amor todo lo perdona.

            El amor es una decisión que tomamos, que se transforma en sentimiento a medida que perseveramos en esto, y el triunfo del amor se da cuando ponemos firmeza en edificar ese sentimiento; dispuestos a perdonar y tenaces en esta obra no hay lugar para el fracaso.

            Hoy tengo aprendido que en el amor, si se juega, se pierde, también que si se valora lo que se tiene, se tiene lo que se quiere.

            He aprendido muy bien la lección del desamor, y en el presente atesoro los amores cuidadosa y delicadamente, no me importa tanto las demás posibilidades de la vida (placeres, fama, fortuna, poder...)

            Por sobre todas las cosas quiero amar... y ser amado.

Y amar es fácil... sólo hay que querer hacerlo.

 

Este es un poema sin título que, en una carta me enviara a mi domicilio en Paraguay, desde Argentina, mi hijo Yari:

 

Pensando en los hechos,

pensando en todo...

la  gente, la  vida,

la  nada, la  nada...

queriendo zafar

de todo lo malo,

en lo bueno

un camino de espinas

rodeado de rosas,

en un mundo de nieblas

y oscuras confusiones

rodeándome, rodeándonos,

haciéndonos sólo uno,

solos...

 

Queriendo ser alguien,

siendo nada,

queriendo estar con alguien

a lo lejos.

 

Sintiendo la distancia,

sabiendo que en algún momento

te encontraste tan cerca,

sabiendo que en ningún momento

estaremos cerca.

 

Y esto es lo bueno de no tenerte,

saber que no puedo perderte...

 

Lo malo es no sentirte,

y quererte,

simplemente quererte.

 

En respuesta, pocos días después le envié el siguiente:

 

- Yari, Hijo Mío: -

 

A veces la bruma,

la bruma del tiempo,

desdibuja sueños,

metas, esperanzas...

 

A veces la bruma

de las añoranzas

rememoran, vivas,

las viejas lembranzas[1]...

las viejas lembranzas.

 

Cuando los paisajes

o cuando las ansias

remotas, perdidas

en cruentas batallas,

traen la ilusión

en alguna carta...

llega la conciencia,

dura, a nuestro puerto: de

¡que no hay nada muerto...!

(cual barco fantasma...

¡cuál barco fantasma!)

 

Los pañuelos blancos

que agita algún viento,

no son evidencias

del adiós eterno,

algunos recuerdos

son más realidades

que un presente incierto,

¡la misma existencia denuncia

el perenne hecho!

(tú fuiste el destino

de mis acontecimientos...

¡de muchos de ellos!)

 

Mi puerto, tu nave...

mi nave, tu puerto:

navegar quisieran...

o estar siempre abiertos.

 

¡O estar siempre abiertos...!

 

Luego escribí otro... que no recuerdo habérselo enviado (la correspondencia se interrumpió hace mucho... no por mí).

 

 


[1] Recuerdos (portugués)