RICARDO ALVAREZ

1- ESTIGMAS - 2- EL SOL MURIÓ EN SUS PESTAÑAS

1- ESTIGMAS

 

 

 

Sus pies andaban mas abajo

que la herida del lodo,

parecían anclados en las tumbas

submarinas de algún riacho.

Cada vez que la vida rifaba su cubilete de suerte

caminaba la esperanza en sus cejas

y caían como balcones de frías mariposas

al resultado de los dados/

 

En sus labios apenas ardía el ascua derrotada,

su boca no hallaba el producto del aire

en sus lastimados pulmones/

Ya al agua no era fresca en las flores marchitas

y los labios de septiembre guardaban la distancia/

El sol la miraba de la sombra

y el árbol donde apoyaba sus múltiples madrugadas

dejó el amago en un saludo de piña negra/

El nevado celeste de sus muslos

invadido por el musgo

y por dentro...

lloraba su alma de lamento

al ritual de un muro desconocido/

Había humedecido sus dones en abultadas trasnochadas

donde su corazón hoy frío antes reía con sutil rugir de catarata/

Las aves trinaban en desafino sus tristes verdes primaveras/

Su mirada de antro percibía los astros evasores

y de la luz sólo reconocía una inútil sombra adelgazada/

Ya ni el brazo del fuerte hombre sostenía sus moles lacrimosas

cayendo como ancestrales rocas

en un diluvio de montes/

Antes cantaban sus islas de agua,

ahora arrastra sus viejos pechos de uso

como dos uvas muertas sin madre parra/

Perdió su tiempo del ciclo en el segundo

y su hora majestuosa evaporada

en el siglo de la despedida/

 

 

 

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2- EL SOL MURIÓ EN SUS PESTAÑAS

 

 

El sol murió en sus pestañas,

cayó rodando

entre la fila del fuego,

de tanto robar a la vida y no dar nada a cambio

resquebrajó sus uñas de esmalte,

afán de su propio arte.

Maquillaba sus asaros

con perfumadas rosas y la oquedad solitaria

la halló llorando gotas de nada.

Se fue en una apagada mañana

sin más visitas que sus reflejos.

 

Se enterró en deseos sin nombres

con un corazón lleno de agujeros.

Como una momia fagocitada.

No hubo honores.

Se derrumbaron sus pechos

de plástico antes de entrar

al rectángulo de los osarios.

 

Había muerto el sol

salpicando la cresta de sus veranos.

En la forma de la luna dejó cenizas en el lecho

mudo entre la penumbra sin vértigo.

Con las aristas clavadas de la astilla,

los horrores de la sangre disueltos

en espejos de rostros sin mote/

 

 

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