Alejandrina

Cerezos

 

Ahora

y en la hora de hincarle el paso

al gran crepúsculo,

enfrento el día óseo calzando soledades…

las aves ya anunciaban éste otoño.

Retengo en la memoria del viento

aromas extraviados;

delirio de azucenas, el himno de la lluvia

la voz de los trigales.

 

Y en un exterminio de cerezos,

marchita voy entre sus antiguos pañuelos.

¿A dónde se fugó tu tocado nupcial de primavera?

su albura guardo  como a un amuleto.

Te has marchado del sol feroz guerreo

yo aún escucho tus espuelas

tintinear en mis noches,

el grito de los nidos aferrándose a tus cabellos

cuando te marchabas con tu

caudal de cisnes blancos.

 

He llegado a ti con mis canastos hambrientos

de redondas y rojas lagrimas de azúcar,

me muevo en un vaivén de columpio

colgado entre tus fuertes  brazos

siento que dentro de mi aún corres como un río de

diamantes escarlatas, me abrazan tus venas

con su sabia amorosa y dulce.

 

Desde ese regazo

yo vi como se marchaba el ultimo

cegador con su guadaña al hombro

pero no entendía el significado

de la palabra ocaso.

Esta sal y estas arenas conocen de mi afán,

recuperar con esta pobre voz

dulzuras olvidadas.

 

Aflojaré los goznes del ayer,

adaptando las papilas a sabores renovados

de berries y de arándanos se templarán mis dientes.

Que el fuego de este otoño queme todo vestigio de olvido

 los cerezos seguirán guardando

su azahar de inocencias

en las misivas del recuerdo.

 

Alejandrina.

DR.