Oscar Perez

Retrato de un hombre dormido

Retrato de un hombre dormido

 

Fiel a su costumbre de no ver mañana,

cuando abrió los ojos no vio la ventana,

no vio la silueta del sol en el cielo

ni las golondrinas que iniciaban vuelo,

sintió que de pronto todo era lo mismo,

las mismas ciudades, el mismo egoísmo,

buscó las palabras para traducirlo,

fiel a su costumbre de todo escribirlo,

pero no halló nada, ninguna servía,

ni la de aquel rezo que fiel repetía,

ni la del regreso que aún esperaba,

ni la del silencio, que todo llenaba,

no vio en el espejo cómo envejecía,

no vio en el reflejo su casa vacía,

ni los libros viejos ni al niño dormido,

ese que parece que una vez ha sido,

ese que sin dudas se convierte en hombre

en medio del mundo, cuando tuvo nombre,

cuando tuvo ganas de encontrar un beso

y lo supo cuando del amor fue preso,

y lleno de estrellas descubrió la noche,

se abrazó a la luna, fue de sí un derroche,

y tras darlo todo se quedo sin nada,  

ni la luz del cielo ni la madrugada,

ni la piel del cuerpo ni en el pecho un sueño,

de esos que tenía cuando bien pequeño

a orillas de un río miraba la vida,

sin pensar que el tiempo partía enseguida,

sin pensar que el mundo sólo era una esfera

que gira y que gira y que nada espera,

por eso ni llora ni escucha el gentío,

por eso no escribe más que de aquel río,

del que no regresa, no por ser cobarde,

sino porque duerme y porque ya es tarde.

 

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18 04 14