Amadeus

De todos modos te pienso

   Se me han quitado los ánimos de besarte. De tenerte. De acariciarte. Se me ha ido la paciencia a los pies y se me hace pesado caminarte. Quisiera entender el asunto que hay entre nuestras bocas porque todo cae entre los besos que tanto te fascinan.

   Tengo una memoria de versos a tu nombre y unas batallas perdidas en mis costillas. Pero no tengo tu nombre. Así debe permanecer. Tú eres construcción barata de mi mente y mi corazón no puede seguir bebiéndose las penas.

   Ella me atrae como imán. Lo prohibido me seduce y ella lo usa a su ventaja. Debo, no caer en la tentación de sus caricias; mucho menos, en la de su mirada. Debo mantenerme a flote con serenidad y entender que no la puedo amar. No me puedo entregar a sus manos tan dóciles. Sé que en una noche le entregaría todo y que quedaríamos unidas durante la tempestad de nuestros cuerpos. Sé que con ella puedo cumplir mis más locas fantasías y que ella, mientras todo sea ilícito, haría de mis delirios tentaciones. Se vendría abajo la muralla de su corazón si es necesario, cuidaría de ella, aunque sea traición.

    Cada vez que la noche me arropa habla de tus besos; de la manera en que me embriagas y enciendes mi cuerpo. Soy toda aceite en tus manos; entre tus dedos, mi pelo; y mi boca, ardiendo. De escalofríos tiemblo cuando tus susurros se liberan en mis oídos. Nada de esto hace sentido, pero no te detengas; al menos no hasta que me remonte en mi misma.

   La última vez casi pierdo el control. Ante los ojos de Dios rogaba calma para mis instintos carnales y ni un santo se apiado de mí. Te fuiste y termine en la cama con otra imaginando tu querer. Tu tocar; tus labios invadiéndome la piel. Por un momento perdí la noción de la identidad de aquella mujer y jure que eras tú.