Lea Guillen

Cómplices...

 

Mi boca, ceñida a tu aroma, susurrando mi canto, esquiando en tu doblez.
Una brisa conmovedora, una lluvia, cual lava, rocía tu bien.
Es de día hace siglos -decís- y yo, con los ojos y los libros pegados,
no creo en nada, en nada del mundo real.
Las cortinas, evidentes, se unen, cómplices de este lío. Un estertor más
de soledad, y ya van mil, en desvelo. Dos horas mirando -pensé- está
entrando en mi ciudad. Te nadé, me escalaste, me captaste, te ensucié,
no obstante, la mentira del mundo -avasallada morada de los silicios-
seguía respirando. Del otro lado del silencio. Fritos a elogios, un
trago sabor madera y otro más, bailando el vals del sol y la luna,
hasta agotar una era, y otra más.

Hoy de sus frentes florecen fresias -soledad baldía de tanto entrañar-
ululantes, arrebatados. Inermes, sólo su voz, sólo su ser.
Y esa bocanada del alma. Pensando en amor, escribiendo en piel.
Escribiéndose. Narrándose. Auscultándose.
Trópicos mediatos, tahúres de la luz. Se respiraron todo el
aire y huyeron entre sábanas.
Sólo tal vez para volverlo a intentar...

 

 


Cercanos, verano 2014