Una tarde Gabriel, 
que se sentía demasiado aburrido,
estaba apoyado en la reja
de una misteriosa casona 
muy muy vieja.
De pronto, 
una traviesa abeja
le picó muy fuerte 
su pequeña oreja.
Y con coraje y 
decisión le dijo:
¿Gabriel, no deseas
conocer el reino de la miel?
¿Yo? ¿por qué yo?-respondió él.
Pero la abeja no le contestó,
y mágicamente a su 
mundo lo transportó.
A Gabriel, un poco dolorido
por la reciente picadura,
todo aquello le parecía
una fantástica 
y bella aventura.
¡Qué hermoso es 
tu reino!-dijo Gabriel,
que estaba fascinado 
con los castillos
y los árboles de miel.
La abeja le zumbó al oído,
y con ansiedad le preguntó:
¿Gabriel, no deseas ser
el rey del país de la miel?
¿Yo? ¿Por qué yo?-respondió 
nuevamente él.
Gabriel muy confundido 
y perdido,
preguntó a la reina 
de las abejas
si en su reino había 
también ovejas.
¡Todas las abejas quieren
que Gabriel sea el nuevo
soberano de la miel!
Al final, Gabriel
no fue elegido 
rey de la miel,
pues a la escuela
todos los días
sin falta debe 
asistir él.
Pero las abejas 
jamás olvidan,
y siempre le obsequian
con gusto su deliciosa miel
al querido Gabriel,
quien pudo haber sido
el próximo y valiente
rey del maravilloso y
dulce reino de la miel.