Raúl Daniel

Cuéntame Tus Miedos

Cuéntame Tus Miedos

 

Cuéntame tus miedos, no tengas vergüenza,

no perdamos tiempo, la noche comienza

y aumentan, te entiendo; mejor los confiesas,

antes de que crezcan.

 

Ya pasaron años, son más de cincuenta

que murió tu padre y tu orfandad no cesa;

el hambre que entonces  golpeara a tu puerta

te asusta y, en sueños, te acosa y alerta

a que ahorres y tengas siempre una reserva.

 

En diez de los doce bancos de tu pueblo

has abierto cuenta; y ahora recuerdas

la mano cerrada de tu parentela,

¡ninguna hubo abierta!

se cerraron todas, ante ti, las puertas...

sólo la esperanza de la muy incierta

limosna casual, que cualquiera diera,

en las duras calles en las que vivieras.

 

¿No fuiste ladrón?... ¡tal vez, sí, lo fueras!

¿quién podría culparte?, ¿los que al verte argüían

interés lejano, quitando sus ojos de tus agonías,

de tus ropas rotas... de tus ropas sucias...

de tus miembros flacos... de tu cara mustia?;

¡ya eras un viejo... y casi moriste

con tu padre muerto!

 

Cuéntame ese cuento de tu miedo al sueño,

... que quieres pasar casi siempre despierto,

... que al cerrar tus ojos batallas violento

una guerra ajena en país y tiempo;

ficción donde pasa que tú te defiendes,

pero siempre pierdes, y, en una secuencia

que te causa fiebre y gritos y espanto,

vives lo siguiente: \"Tu brazo caído,

cercenado, al suelo, de bravo guerrero,

aferra la espada aún con los dedos...

mientras el horror palpita en tu rostro,

mirando en el otro (do pinta la muerte),

la expresión final del rápido análisis,

en la elección de la acción letal

que producirá tu suerte, ¡tu suerte fatal!\"

 

Cuéntame tu miedo, tu miedo de amar

y tener que dar de aquello que tienes;

de tu casamiento, horrible momento

de angustioso mal, paso que obligado

tuviste que dar... por el embarazo

en que no pensaste o pudiste tapar.

 

Cuéntame de ella... que tan sola está,

pues sólo un momento de pasión le das;

ausentes ternuras... palabras sin fuego,

mecánico hecho que sólo le duele

cada día más... esperando siempre,

porque es lo que puede hacer... y lo hará,

¡flor que fue cortada y se secará!

no sabes regarla, ¡te da miedo amar!

 

Cuéntame tu miedo, cuando en auto vas

a que se te acerquen, y trabas por dentro,

manejando tenso y a los niños que ahora

¡como tú otrora! se acercan pidiendo...

con asco en el gesto, ¡ni una ruin moneda

siquiera les das!

 

Si hablas de tu vida, muy poco hablarás...

sólo has trabajado, dinero juntado,

¿qué puedes contar?, ¡sólo ese dinero

que no gozarás!... ¡servirá de lujo en tu funeral!

 

Estás tan enfermo de tu enfermedad,

que has comprado féretro, servicio y panteón,

y hasta en los detalles pusiste caución,

muy obsesionado por éste, tu miedo:

que nada te falte... ¡ni aun estando muerto!

 

No diste a tus hijos cariño ni tiempo,

pretextando urgentes trabajos

rehúsas tu paternidad; los nietos llegaron

y, muy sorprendido, te encontró tu edad,

no lo aceptaste... y lo negaste,

¡como niegas toda tu realidad!

 

Dices que le tienes miedo a viajar,

te asustan aviones, barcos, y hasta el tren;

estas vacaciones, como siempre irás,

llevando a los tuyos, a la antigua casa

en que está tu mamá; ¡suerte que un arroyo,

que muy cerca está, servirá a los niños

para disfrutar!

 

Miedo al fisco tienes, pues no has declarado,

nunca, la verdad; siempre acaparando,

mintiendo y robando, todo lo que puedes

(y esto a los demás), ¡pero a ti te robas la felicidad!

sin Dios ni conciencia... ¡sigue tu orfandad!

 

Pero falta un miedo, y es el más brutal,

¡has juntado todo, avaro total,

y sabes muy bien que vas a pagar,

lo que aquí evadiste... en el Más Allá!