Juan Manuel Hernández.

CAMINO AL EDÉN

En las noches de soledad,

en momentos de inquietud,

Esos son lo mejores momentos,

para sentir profunda reflexión,

llegan preguntas imposibles de responder,

me pongo a pensar, empieza a anochecer...

 

Papel y lápiz en mano,

la vida me inspiró,

me he puesto a recordar,

y a escribir con pasión.

 

Nuestros corazones están hundidos en una prisión,

en dicha prisión habitan dos lobos,

luchando a morir,

buscando sobrevivir,

Uno de ellos está lleno de odio y dolor,

el otro vive con amor y compasión,

durante años me he preguntado

¿Quien gana la batalla?

Y esta noche comprendí,

que solo gana quien yo decida alimentar.

 

Nacemos con la ilusión de vivir prósperamente,

fruto sagrado de un amor verdadero,

creciendo en un vientre materno,

el sueño es querer,

el sueño es amar.

Y me doy cuenta que mi vida,

es solo un fragmento de perla en el mar,

que quizás, nadie encontrará.

Desde muy pequeños soñamos con crecer,

con poder aprender,

ser alguien que recuerden por sus obras,

más no por sus errores.

 

Y siempre es así,

buscamos formar parte de una historia,

para mantenernos en la memoria;

Empieza casi todo con la educación,

ilustrarnos es nuestra misión,

lograrlo es nuestra ilusión.

 

Así mismo,

caminamos por la naturaleza,

en busca de nuestro lugar

para poder vivir con nosotros en paz,

en el trayecto, observamos personas

cayendo por su sendero

y no encuentran fuerzas para poderse levantar,

notamos algo extraño,

y es que al comienzo vamos muchos por el camino

de la superación,

pero al pasar el tiempo,

la cantidad es mucho menor,

miramos a nuestro pasado

y recordamos a los que estuvieron

a nuestro lado,

personas que tristemente no volverán.

 

De tal modo,

mantenemos siempre nuestra ilusión,

y conservamos nuestra esperanza aunque a veces nos fallará.

Nunca perdemos la fe,

aunque nuestros ojos no nos permitan ver...

El sendero continúa,

y aprendemos que nuestra única compañera

es nuestra anhelada soledad,

Soledad que no nos abandona,

y no se atreve a traicionar,

Soledad que te hace llorar mares de dolor,

pero te apoya con alivio y sin restricción,

Solo con ella podemos contar,

porque al caer la noche,

las personas se van,

y solo quedas tú y ella,

que en el camino te acompañará.

 

De nuevo, el camino nos espera,

y nos pone piedras para que podamos tropezar,

y no vence el que se levanta después del derribo,

vence es aquel que las aparta del camino.

 

Por otro lado,

en nuestra realidad,

no vale recordar,

solo nos queda actuar,

lavarnos la cara,

sonreír y el camino continuar.

Seguir nuestra vida,

aprendiendo a sufrir,

y con nuestros pesos lidiar,

porque cada uno de nosotros,

lleva encima la cruz de sus sueños rotos.

 

Más aún,

no podemos al suelo mirar,

debemos nuestros ojos hacia las nubes apuntar,

No nos debemos quedar con la imagen del conformismo,

el límite es el cielo,

y hacia allá debemos llegar,

aunque por los momentos,

no nos debemos apresurar,

vivamos cada instante,

aprendamos de las caídas,

y así, el cielo podrá esperar...

 

Camino a un Edén,

que parece no ser real,

los obstáculos demuestran

que es imposible a nuestro lugar llegar,

Te desesperas,

de desilusionas,

lloras y te lamentas,

crees que no puedes seguir,

árboles burlones se ríen de ti,

cuentan tu historia a los demás,

sientes un vacío que quizás,

nunca podrás llenar...

El trayecto sigue,

y aunque tu esperanzas se puedan ahuyentar,

siempre habrá una voz que desde lejos,

te haga levantar.

 

Es Gaia,

Nuestra madre natural,

quien nos llama a batallar,

quien nos enseña que por nuestros sueños

debemos luchar,

que no importa la caída,

importa el impulso para

poderlo lograr...

 

Observando todo,

observando mi realidad,

me doy cuenta que solo yo debo llegar,

a la meta que me he propuesto ya;

mi sueño,

el que debo hacer realidad.

 

Y no puedo hacer nada,

tan solo debo aferrarme a Dios,

porque solo él,

me sabrá algún día premiar,

y en sus manos pongo toda mi fe,

y se, que mis metas algún día alcanzaré...

 

por último,

me pongo a pensar,

analizando mi posible futuro,

que no podré descifrar,

sonrío y me doy cuenta,

que al final del camino,

cuando llegue al Edén,

todo habrá tomado sentido,

no me quedaré sin nada,

y estaré en total alivio,

y podré entender,

que no importa el camino transitado,

sino las lecciones aprendidas,

en el trayecto mencionado;

La vida seguirá,

y pronto,

la luz que todos queremos,

en el horizonte hará su esplendor.

 

Juan Manuel Hernández.