María

Colorín Coloralado...

Sin ideas previas, carente de todo asesoramiento  me dirigí a su atelier. Le pregunté cuál era la mejor manera de lograr una buena elección. Se remitió a decir: “Mirá… “   Y  le hice caso. Tras una vista por encima, percibí  que todos eran intensos y  bellos. Pero mis ojos quedaron fijados a él. Sobresalía. Me acerqué y los  cinco sentidos se encendieron. La vista, maravillada y estupefacta, me invitó a sumergirme. Mis oídos comenzaron a sentir mi música predilecta. Todo olía a magnolias. Ese interior era suave, terso. En un momento abrí mi boca y el aire me sorprendió con  el sabor a frutillas frescas. Subyugada   no había dudas. Era como verlo sellado con mi nombre. Sentía que él mismo me llamaba. Mi sexto sentido me llevó a escogerlo. Lo ubiqué por encima de mi cama. Esa noche me invitó a dar un paseo por sus matices. Extasiada dormí soñando con él. Desde ese instante me despierto con el mejor de los ánimos, sonriendo ante su  saludo y la invitación al breve pero sentido chapuzón. Renovada me acicalo.   Mi intuición decreta un regio viernes. Espero dichosa una de las mejores noches  empapándome de él. Salgo de casa enfundada en sus variables. Rojo, bermellón, carmín, rubí, púrpura, carmesí… Y hoy mi existencia tomó ese colorido. Me siento cómoda. Encontré mi sitio.