Raúl Daniel

¡Hallé tu gracia!

¡Hallé tu gracia!

 

Desde el pedregal de mi vanidad

y mi arrogancia, divisé unas huellas;

desde mi estupidez, mi soberbia

y mi ignorancia, sospeché una ciencia;

la curiosidad, gusano intelectual

bueno y malo me ayudó a indagar,

hallé Tu Mano y me así de ella.

 

Me hiciste caminar, me fuiste guiando

por sendas increíbles, insospechadas,

de la nada y el ritual me rescataste,

trayéndome a La Vida en Tu Palabra.

 

¿Cómo agradecer tu bondad inmerecida,

cómo resistir a tu dulce Espíritu Santo

que, en tu voluntad, ahora habita

dentro de mí, por tu regalo?

 

Alabado seas, ¡muy alabado!

Jesús, Señor, Rey y verdadero Dios,

único Nombre dado en salvación

al ser humano!

 

A ti me abro y entrego, sin condiciones,

en retribución, pues me has ganado

con el inconmensurable

amor con que me amaste,

a pesar de todo mi pecado.

 

¡Qué difícil me sería, si es que no fuera

que Tú mismo me provees la fe para creer,

que tu acto vicario en la madera,

dos mil años atrás en Palestina:

Mi alma regenera,

a la maldad domina,

me da vida nueva,

poder, para poder ser lo que Tú quieras

y para que yo quiera obedecer

tu voluntad buena y eterna!

 

Ya no me resisto más,

ya no pienso más por mi cuenta

ni a mi manera,

sino que me dispongo,

cual la misma tierra

que el cielo riega y que,

para recibir tu bendición:

sólo la espera.

 

Has tu obra en mí,

hallé tu gracia...

¡Nada más cuenta!