María

Sorpresa

 

Justina amaneció con cierto malestar ese sábado. Mientras desayunaba surgió un intenso mal humor. Orgullosa, detestaba añorar. Y su ánimo negro tenía que ver con la nostalgia. Él ya no estaba.


Decidió ir a las sierras. Allí  su actitud y predisposición diferían del enojo matinal. Increíble el poder del aire serrano, la renovaba.


Ya instalada, en su reposera, conjeturó sobre esa pérdida que aún la angustiaba. Dormitó  un par de horas, en ese límite entre la vigilia y esas imágenes oníricas que nos vienen a la mente. Lúcida y abusando de su vasta experiencia con computadoras sintió que ella misma debía “reprogramarse”.


El espejo de la cabaña le mostró su mirada brillante y su sonrisa perfecta. El nuevo “estado digital” la invitó a salir. Bosque, flores, calor. Caminó acompañando al arroyo. Se sentó sobre una gran piedra y elevó su mirada. Se maravilló cuando percibió que el sol enrojecía. Se trataba de un código entre ella y el astro: si se mostraba colorado ella podía volver a soñar, a volar.


Esa noche durmió feliz. Y a la tardecita del domingo regresó, con la sensación de que su auto era  alado. En el porche de su casa la esperaba un ramo increíble de azucenas. Y sobre la mesa una nota de Manuel. Sus letras expresaban melancolía y ansias de verla. Lo llamó, como si nada hubiera pasado en esos días. Le pidió que hiciera una reserva en el sitio preferido por ambos. Hizo hincapié en que no pasara por ella, le sugirió que tomara un taxi…


Reencuentro con expectativas y taquicardia. Cenaron, aclararon los asuntos que los llevaron a esa breve separación, logrando conciliar criterios. Acordaron tomarlo como algo anecdótico y brindaron por varios años más juntos.


Al salir Justina lo invitó a subir a su choche.  Él se rió mucho cuando vio que en el asiento del acompañante había un sobre que decía: pista número uno. Se miraron con complicidad. En casa de la jovencita encontró, una a una las señales, hasta el número diecinueve. El número veinte lo dejó boquiabierto:   un maniquí vestido con un bellísimo y antiguo traje de novia. Justina había perdido el temor y se decidió  por un “SÍ”…  “Reprogramarse” le había sentado muy bien. Radiantes se quedaron dormidos haciendo planes…